Ya hace años que Clint Eastwood descubrió que la inspiración está ahí fuera, solo hay que alargar la mano y cogerla. Y no lo hace mal, así que cuando sale en la pantalla "basado en hechos reales" no lo sentimos como la advertencia a la que a veces suena. El resultado no es "Gran Torino" pero sí una buena película. En ella, más descarado y afable, ventajas de la edad, el Eastwood director, confabulado con su alter ego ante la cámara, ironiza sobre la lucha contra la droga al elevarla a fuente de financiación de causas justas y no renuncia a reivindicar lo que más le importa, la familia. Entre ambas, cabe una obra entretenida y con varias capas que puede leerse como una declaración de principios.
Cargar con la responsabilidad