Se olvida más rápido que otras obras mejores y bonitas, pero "Green book" tiene el don de reconfortarnos. Cierto que quizás el metraje no sorprenda y Farrelly abuse de arrimar a su sardina el ascua de tópicos manidos, solo matizados y afinados, en que por una vez el blanco pobre sirve al afroamericano rico y culto. Pero pese a todo, "Green book" sopesa cada gramo al conjuntar los ingredientes y el resultado no es una "delicatessen", pero sí un pollo frito rico que hace que nadie se acuerde de la alta cocina. Es de esas películas que nacen para competir por el Oscar por su sencillez, su humor, su justa dosis de denuncia de racismo, pero sin pasarse..., su canto a la amistad y un contundente Mortensen. Un producto equilibrado para todos los públicos.
