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El arte de provocar: "La casa de Jack"

Matt Dillon, en "La casa de Jack". / Christian Geisnaes

Con un thriller de locura y muerte, por definirlo de algún modo, Lars von Trier regresa de entre los enterrados después de que Cannes lo admitiese de vuelta al Olimpo. Y para honrar su fama de enfant terrible, en "La casa de Jack" eleva la provocación y la violencia a sus límites. El resultado es una mezcla apócrifa de Dante, los asesinos en serie más descarnados y, por supuesto, de sí mismo, porque el ego de Trier es grande y disparatado, como su talento. Aquí florece otro de sus encantos: su capacidad para molestar y elevar lo políticamente incorrecto a norma y para tejer reflexiones profundas, esta vez sobre qué es el arte, incluida la suya. Sigue siendo un genio, pero para visualizar con precaución.

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