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4 ases del cómic español

En el último tramo de 2018 se publicaron las nuevas obras de algunos de los autores más importantes del panorama de la historieta nacional, que demuestran, una vez más, su buen estado de forma

4 ases del cómic español

Antonio Altarriba, premio nacional 2010 por "El arte de volar" (con dibujo de Kim), prosigue su trilogía del "Yo" con "Yo, loco" (Norma Editorial), mano a mano con Keko. Hay que recordar que ya antes habían entregado "Yo, asesino", y que tras este alegato a la insanía planean una tercera novela gráfica centrada en la mentira. Si bien es cierto que la del académico/asesino en serie que protagonizaba la primera entrega fue una historia en que Altarriba se movía como pez en el agua, ajustando cuentas desde el humor negro con los laberintos propios de los cenáculos universitarios, "Yo, loco" muestra que el tema, quizá menos cercano que el politiqueo universitario, es uno de esos a los que Altarriba y Keko... le tenían ganas. Y es verdad que da menos juego, menos espacio para especular que su predecesor (al fin y al cabo, un maravilloso acertijo para perderse en sus páginas imaginando cuánto había en ese libro de vivencias y cuánto de literatura). Pero la lectura da la sensación de que de algún modo los autores saben de qué están hablando, siempre en tono de fábula negrísima. Por no decir que evidentemente, cono en el caso previo, el marco es eso, un lugar de desarrollo. Desarrollo del dibujo de los rincones oscuros del ser y el alma humanos. Inseguridades, recelos, ambición, venganzas... El retrato de Altarriba y Keko es hirientemente vitriólico y "hobbesiano" (nos referimos al filósofo misántropo, no al tigre de peluche de Calvin). Y sobre todo se levanta un castillo visual, con un Keko que se supera con respecto a la notable entrega previa, acercando la trama, algo hitchcockiana por momentos, al onírico expresionista de un Alberto Breccia.

EL RETORNO DE PACO ROCA

Prolífico, Paco Roca parece no querer perderse ninguna temporada y en menos de un año desde su anterior cómic nos entrega "El tesoro del Cisne Negro" (Editorial Astiberri) , con el necesario apoyo de Guillermo Corral, diplomático y escritor muy macerado en las cuestiones que este libro trata. Roca vive un momento creativamente hablando envidiable. Sus inquietas búsquedas le han llevado a exprimir el lenguaje del cómic, con el que hoy sabe juguetear a su antojo, y hoy por hoy domina ese juego como un futbolista de primera división domina el balón. Así que tenemos a un autor maduro, inventivo y sabio, que en esta ocasión entrega, mano a mano con Corral, su trabajo digamos más de narración, menos "de tesis". Si en "La casa" o en "Los surcos del azar" el mensaje estaba, sin duda, en un plano totalmente visible, iluminado, en "El tesoro del Cisne Negro" prima la narración de un relato con evidentes homenajes al Tintín de Hergé y al cine de Alfred Hitchcock. Y como ellos, pues claro que sí, subyace la tesis. Este cuento, un guión original de Corral basado en hechos reales sobre ladrones de precios y tesoros hundidos, vuelve a rondar el tema principal de (casi) toda obra de Paco Roca: la memoria, y su reivindicación. Es evidente el peso de lo narrativo y lo argumental de "El tesoro del Cisne Negro", pero finalmente volvemos a disfrutar de un Paco Roca puro y, como siempre, buscando nuevos matices al "Soria"work in progress", apasionante aún, que es la carrera del autor de ese Hombre en Pijama a punto de ser cinematogrrafico.

LO ÚLTIMO DEL PRIMERO

Es una broma, pero sí, el primero es Max. Ya que estamos entre premios nacionales del cómic (Altarriba y Roca lo son), hay que decir que Max (alias artístico de Francesc Capdevilla) es el primer autor de historietas galardonado con el Nacional. Han pasado más de diez años desde aquel honor, y el cofundador de la histórica "El Víbora" vuelve con un "Rey Carbón" que, sencillamente, nos ha dejado con los ojos como platos.

Nada tiene que demostrar el creador de Peter Pank en 2018/19. Nos ha acostumbrado, por ejemplo, a obras de encargo que son verdaderas virguerías, y uno atiende a pensar que Max, como Bob Mould al ponerse a componer, es incapaz de entregar un trabajo menor, no le sale ni queriendo (y no quiere). Mucho menos uno mediocre. Pero eso no quiere decir que de pronto, por azar, por compromiso, por lo que sea, no nos pueda entregar un trabajo mayor. En el fondo esa incertidumbre es la que hace al arte apasionante, cuando hablamos de artistas en activo. ¿Podrá superarse Rosalía tras "El mal querer"? ¿Será este el año en que Los Planetas patinen?

De momento lo último que han hecho los granadinos es aliarse con Max, quien les realizó los maravillosos vídeos de su último tour. Pero esa no es la obra mayor de Max en 2018, sino "Rey Carbón", una joya editada por La Cúpula, poesía de puro dibujo narrativo, dinámico, sorpresivo, reducido a una mínima expresión con la que logra la máxima expresividad. Y un cuento ligero como la nieve sobre el tema de todos los temas, el arte como algo esencial, que nos define, nos da sentido como seres humanos. Y sobre el que el dibujante imagina un origen en esta fábula que se mira en los clásicos sin perder ese humor un poco bandarra que caracteriza siempre a Max.

Casi completamente desnudo de palabras, austero en el trazo pero por momentos subyuga temerte barroco, dominando el ritmo de lectura, sorprendiendo a cada página al lector... Nadie da tanto con tan pocos elementos. Volviendo a la analogía musical, Max es el Steve Albini de la historieta. Pero más experto aún, con más trayectoria, y como aquel, sin manchas en el expediente. Coloso...

Que le den otra vez el Premio Nacional.

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