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Memoria del Reino

La fortaleza de Simancas había sido construida por la familia Enríquez en el último tercio del siglo XV. El 16 de septiembre de 1540 el secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos, ordena el envío de una primera remesa de papeles que fueron depositados en una de las torres del castillo. Fue el origen del Archivo General del Reino, declarado hace un año Memoria del Mundo, una catalogación similar a la de Patrimonio de la Humanidad para los monumentos. Hoy de carácter estatal, contiene documentación que, si se extendiese, ocuparía trece kilómetros de legajos imprescindibles para entender una importante parte de la historia de España.

Dos fueron los motivos para la elección de Simancas como albergue del Archivo. Uno debido a su carácter defensivo, con su castillo ubicado en un lugar estratégico encima del río Pisuerga. Se trata de una magnífica construcción a la que los siglos fueron añadiendo elementos de resistencia, llegando a tener hasta tres puertas con sus puentes levadizos y profundos fosos. Otro, por su cercanía a la ciudad de Valladolid, de la que solo dista diez kilómetros.

Aunque fue Carlos V el que decidió archivar en una de sus torres los documentos más importantes de la Corona, fue Felipe II quien ordenó dedicar el conjunto de la fortaleza a la guarda y custodia de papeles, otorgándole un reglamento. Era necesario un proyecto archivístico que le sirviese para gestionar su vasto imperio. En 1578 el arquitecto Juan de Herrera presentó al monarca los planos del que sería el primer archivo, construido ex profeso, de la Historia Moderna. En la nueva remodelación se respetó la estructura defensiva del edificio pero los interiores se adaptaron a las necesidades de la documentación.

En Simancas hay información de los cinco continentes, reflejo de la expansión de la Monarquía Hispánica por casi dos tercios del mundo. La ciudad es Conjunto Histórico-Artístico, con un emblemático puente de 17 arcos sobre el río. De origen medieval, es heredero del viaducto que prestó servicio a la calzada romana.

En el entramado urbano, con calles estrechas y recortadas, se alza la iglesia del Salvador, del gótico tardío con alguna influencia renacentista. En el interior destaca el retablo mayor de traza plateresca, así como importantes obras de imaginería de los siglos XVI y XVII. En el conjunto se distingue igualmente la hermosa fachada del ayuntamiento, obra neoclásica del XVIII.

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