Algunos sicarios no son tan malos como los pintan. En realidad, el mundo los ha hecho así y cuando salen del trabajo y dejan de romper piernas e intimidar, pueden resultar encantadores, sobre todo tras verse desahuciados. Entonces, a su pesar, y llevados por su trágico sino, pueden hacer de ángeles de la guarda de seres más vulnerables. Estos elementos, que pueden sonar conocidos porque hay más pistoleros que vigilan el sueño de los niños o de las niñas o de sus hermanas mayores, están en "Galveston", pero es su equilibrio entre lo áspero (Ben Foster) y lo sutil (Elle Fanning) y su ambigüedad lo que cristaliza en una belleza descarnada y feraz que trasciende el género del thriller.
Fabricarse una segunda oportunidad