A sus muchos beneficios suman su historia y su sabor. Aportan un toque sutil a los platos, tanto salados como dulces, y son ricos en ácidos grasos, vitaminas y proteínas. Los piñones eran motivo de deseo por parte de romanos, griegos y fenicios y cuenta una leyenda oriental que el sultán de Constantinopla se desmayó de placer cuando probó un plato de berenjenas rellenas de tomate y piñones. Un producto lleno de espíritu mediterráneo tan delicado como sano.
El piñón es el fruto del pino piñonero ( Pinus pinea L ), conocido también en otras zonas como pino manso o pino albar. Es una conífera que puede sobrepasar los treinta metros de altura, de elegante porte. Fructifica en una piña de forma ovoide y brillante que madura al tercer año, dando unos piñones cubiertos de una corteza dura, de 1 centímetro de longitud, carnosos y sabrosos. No hay un origen cierto del pino piñonero, lo que sí se sabe es que su foco principal es mediterráneo. Hoy en día su distribución es amplia, llegando incluso hasta China. España es el país con la mayor superficie forestal de pino piñonero del mundo.
Los piñones han sido desde siempre altamente cotizados. Forman parte de muchos postres y platos típicos de numerosos lugares europeos. En nuestro país es el ingrediente básico de los empiñonados -producto de repostería- y de pastas secas a las que le confiere un sabor característico. Es tan versátil que funciona a la perfección en infinidad de recetas de la cocina tradicional, ya sea acompañando carnes, bien como relleno o como guarnición. Los platos de aves acompañan bien con estos pequeños frutos secos, al igual que el bacalao y otros pescados.
Su sabor se parece al de las almendras pero más dulce y sutil. Pese a su pequeño tamaño, son un auténtico tesoro de propiedades nutricionales. Tienen un alto contenido en omega-6 y omega-3 y en vitaminas, especialmente E, y también aporta minerales como potasio, magnesio, zinc y hierro, además de fibra y otros nutrientes.
El proceso de recolección de los piñones empieza con la recogida de las piñas entre los meses de noviembre y abril. Una vez recogidas se almacenan hasta la llegada del verano, cuando van abriendo al sol de manera natural. Los piñones que han quedado dentro se extraen con molinos desgranadores y se seleccionan o limpian mediante máquinas que trabajan con aire a presión.
