Un título como "Happy end" en Haneke es un aviso sarcástico. En esta película el realizador alemán repite tics y hasta se permite insinuar lazos con su maravillosa y terrible "Amor", pero una y otra son casi como la cara y la cruz de una moneda.
Esta vez Haneke esconde sus obsesiones bajo una aparente moderación, acordes al distanciamiento y a la hipocresía de su familia burguesa protagonista, y elige un discurso fragmentario, aunque no resulta menos traumático. Sus dardos siguen envenenados y los lanza no solo contra la burguesía, la familia o la utilización acrítica de las nuevas tecnologías, sino también contra una Europa que padece una crisis de valores y va a la deriva. Una obra digna de su autor.