Una película no vale solo por lo que cuenta o cómo, aunque importe mucho; también se mide el poso que nos deja. Albert Dupontel, delante y detrás de la cámara en esta obra -incluso ha trabajado en el guion con el novelista Pierre Lemaitre, que sus méritos tendrá en esta emotiva y antibelicista peripecia que combina horror y belleza en la justa medida-, logra establecer un lazo con el espectador para lograr asimilar con complicidad y fruición este cuento dickensiano y antibélico de cuidada fotografía y modos picarescos. Aquí las máscaras esconden verdades mientras los vivos y los muertos de la guerra, de esa y de otras, no descansan en paz. Cautivadora.
El fantasma de la guerra