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El paraíso perdido

Los dinosaurios en la pantalla se convierten en el tema nuclear de un nuevo ensayo del escritor Jorge Fonte

Julian Moore en "The lost world": Jurassic Park", de Steven

A unque especializada desde hace décadas en la publicación de clásicos internacionales del cómic, la editorial Dolmen acaba de publicar este interesante volumen, que rompe con su conocida tradición de novelas ilustradas, editando un libro sobre la extensa y muy lucrativa trayectoria de Parque Jurásico, la tetralogía hollywoodiense más popular de los últimos tiempos y una de las principales fuentes de financiación de la Dream Works SKG, la productora que la ha hecho posible durante todos estos años. La Saga Jurásica, cuyo principal interés reside en la abundante documentación que aporta el autor acerca de los hombres y mujeres que han avalado, y siguen avalando, esta popular franquicia, lleva la firma del prolífico escritor canario Jorge Fonte, creador de más de una docena de libros de temática cinematográfica y de alguna antología de relatos cortos, cuya manifiesta erudición sobre el asunto queda fielmente plasmada a lo largo de sus más de doscientas páginas, generosamente lustradas.

Curiosamente, el lugar que han ocupado los dinosaurios en la literatura y el cine de ficción no ha ido tan sobresaliente como el que han disfrutado otros mitos propios de la era prehistórica. Ignoramos cuáles han sido los motivos pero podríamos atribuírselo quizás a un cierto desdén popular por el tema o, tal vez, a un prematuro menosprecio por parte de editores, guionistas y productores por un asunto que, hasta hace solo dos décadas, parecía pertenecer más al ámbito de la paleontología, es decir de la ciencia dura y pura, que al de la fabulación visual o literaria, cuando el tiempo, de alguna manera, ha terminado quitándoles la razón, como lo ha puesto claramente de relieve la presencia omnímoda de este fenómeno en el entorno de la cultura popular durante los últimos cuatro lustros.

"La primera vez que el séptimo arte se interesó por ellos -los dinosaurios- , afirma Fonte en el capítulo introductorio de su libro, fue en 1914, con un cortometraje de animación de apenas doce minutos realizado por el ilustrador de cómics Winsor McCay que se titulaba Gertie the Dinosaur. Diez años después, en 1925, el cineasta Harry Hoyt realizó la película muda de acción real El mundo perdido ( The Lost World). La animación fotograma a fotograma corrió a cargo de Willis O´Brien, un gran maestro de los efectos especiales que alcanzó su obra cumbre ocho años después con King Kong (1933), el clásico de la RKO dirigido por Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper?" Así que, hasta bien entrada la década de los 90, su papel en el cine nunca tuvo gran calado popular.

Sea como fuere, además de escasa, su aparición en la pantalla ha tenido, al menos hasta la década de los años noventa insisto, una función meramente intimidatoria en exóticos filmes de aventuras tipo El monstruo de los tiempos remotos ( The Beast from 20.000 Fathoms, 1953), Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra ( When Dinosaurs Ruled the Earth, 1970) y Hace un millón de años ( One Million Years B.C., 1966) o en devastadoras metáforas niponas del corte de Japón bajo el terror del monstruo ( Gojira, 1954) o Los monstruos invaden la Tierra ( Kaijú daisenso kingughidorah tai Gojira, 1965), los populares kaijú eiga (cine de monstruos) que invadieron de manera abrumadora los cines durante los años cincuenta como reafirmación de los miedos latentes generados por el holocausto atómico en la atemorizada y descreída sociedad japonesa de la posguerra.

Aunque sus auténticos orígenes cinematográficos se encuentran en algunas viejas reliquias del cine mudo, en una época marcada, como es bien sabido, por la ingenuidad, el diletantismo y las ansias constantes de epatar a toda costa a un público sediento de historias insólitas y de relatos sobrenaturales fue el mismísimo Steven Spielberg, muñidor de algunos de los mayores éxitos comerciales de todos los tiempos quien le otorgó carta de naturaleza a esta singular variante del género fantástico a la que siguen reverenciando millones de espectadores de todo el mundo, sobre todo desde que, en 1993, el autor de Tiburón ( Jaws, 1975), cautivara a propios y extraños con un megaespectáculo de características tan explosivas como Parque Jurásico ( Jurassic Park), la primera entrega de una potentísima franquicia a la que recientemente se ha incorporado el español Juan Antonio Bayona con su Jurassic World. El reino caído ( Jurassic World. The Fallen Kingdom, 2018), la cuarta entrega de esta popular saga y otra testificación más de que la fórmula concebida por Spielberg hace 43 años, desde que decidiera llevar al cine la icónica novela homónima de Michael Crichton, continúa garantizándole su continuidad dinástica a lo largo y lo ancho de los cinco continentes. Mutatis mutandis, algo que se asemeja mucho a lo sucedido con el otro gran fenómeno social y taquillero del siglo XX: Star Wars, felizmente apadrinada por el legendario George Lucas, copartícipe, junto al creador de E.T.: El Extraterrestre (1982) de una de las corrientes cinematográficas que más influyó en los criterios de producción del cine americano durante la segunda mitad del siglo XX.

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