Al cine suele funcionarle bien eso de adaptar(se) o morir. Buscar la inspiración en una obra previa, como ocurre con "Perfectos desconocidos", que versiona una película italiana, es legítimo, pero más si el resultado lleva el sello de quien lo realiza y no es solo una fotocopia. En este caso, toda la pieza -digna de denominarse así por su factura teatral- huele a Álex de la Iglesia. Además del toque incorrecto, desenfadado, esperpéntico y un poco cruel que caracteriza a sus producciones y que tan bien luce en comedias negras como esta, los actores y el ritmo le han quedado inmejorables y nos ayudan a olvidar ciertas debilidades del guion. Para echarse unas risas ácidas.
¡Arriba los móviles!