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De héroes y dimensiones, cómics entre dos mundos

En ocasiones los relatos de género (aventura, fantasía, ciencia ficción) son el envoltorio que los autores utilizan para expresar mundos interiores. Bien podría ser el caso de La balada de Jolene Blackcountry y Ether

"Ether", del ourensano David Rubín.

Victor Puchalski (Catarroja, Valencia 1986) es un autor que hizo mucho ruido en 2016 con su debut "Enter the Kann" (al margen de fanzines o pequeñas tentativas previas a este su Gran Arranque). Se trataba de un tebeo desmesurado, donde se mezclaba un paquete de influencias que en ocasiones más que fluir, colisionaban. A veces descompensado y a menudo impactante, descubrió una nueva voz, si bien aún emergente y por tanto buscando su propio tono. Aquel Puchalski que recordaba tanto a David Rubín como al Akira Toriyama más bruto se ha destilado en una segunda obra aún más interesante. Porque también es más personal, y el amontonamiento de influjos, se nota, se va condensando, en la maceración de la experiencia, hasta filtrar algo equilibrado y con voz propia.

"La balada de Jolene Blackcountry" (así se titula el cómic en cuestión, editado como en anterior por Autsaider) sigue rebotando ecos de manga, y también de la revista Metal Hurlant, pero lo que brilla no es tanto la caza por parte del lector de posibles antecedentes, si no el inmersivo mundo que el autor propone. La historia es mínima: Jolene, protagonista de relato, decide (¿por amor, por amistad?) "mirar más allá del velo de lo intangible", como le es advertido al inicio de la narración. Entra así en una nueva dimensión, como un David Bowman sin Monolito demiúrgico de por medio, en un relato delirante, colmado de textos casi arcanos y un apartado gráfico de indudable potencia que, "realmente", transporta al lector a otra dimensión. El cómic viene impreso a dos tintas, la tinta negra y otra fosforescente, que esconde dibujos ocultos. Este universo velado, sin embargo, nos es revelado si leemos la obra en total oscuridad (tras exponer las páginas a una luz directa y potente). Así se consigue una lectura inesperada, juguetona y nueva de un modo radical, que prácticamente permite reinventar los modos de leer un cómic. Se podría decir que cada persona, en su elección del cómo leer "La balada de Jolene Blackcountry", va a hacer algo irrepetible, porque va a enfrentarlo de modos distintos al secuenciar la lectura a su antojo. Existe incluso la posibilidad de no leer "La balada de Jolene Blackcountry" en su versión fosforescente, pero sería un error pues la obra precisa, indudablemente, de esa lectura paralela, "dimensional". La esencia del libro está en ello.

Magia versus Ciencia: el ether

Hemos citado a David Rubín como temprana influencia de Puchalski. Abreva de su fuerza gráfica, del ímpetu que muestra en su díptico "El héroe", por ejemplo. Rubín (Ourense, 1977) es hoy uno de los autores gallegos con mayor proyección internacional. "Ether" es su último trabajo editado en España, un cómic creado con el autor Matt Kindt (San Luis, Missouri, 1973) que se ha publicado en la editorial Dark Horse para España edita Astiberri). En su seno se publicaron cómics de la talla de "Hellboy" -Mike Mignola- o "Sin City" -Frank Miller-.

"Ether" comparte con otras obras ilustradas por el ourensano el viaje a otra realidad, o la imbricación de varias realidades en un todo. Aunque el guion es firmado por Kindt, al autor de "Cuaderno de tormentas" (Planeta, 2008) siempre le ha interesado el tránsito por mundos paralelos y las dimensiones colapsadas, que en general no son simplemente ejercicios de imaginación, sino que reflejan algo del propio autor: querencias culturales, angustias o tensiones personales? "Ether" constituye una lectura amena y hasta adictiva, que crece con cada nuevo capítulo gracias a un argumento no novedoso pero sí interesante (un hombre de nuestra realidad, de alma y formación científica, convertido en un héroe de un mundo de magia y mitos). Pero sin duda lo más atractivo es ver cómo todas las facetas capaz de levantar con papel y tinta David Rubín conviven con brillantez, quizá con un equilibrio que pocos autores son capaces de lograr hoy en día.

El mundo paralelo, el "Ether", es ensoñador, una amalgama visualmente apabullante. Pero los pasajes que transcurren en nuestra realidad mundana resultan superlativos, y con toda su suciedad mundana, casi palpable, hacen de más que de mero contrapunto: uno siente que no puede existir la dimensión fantástica (y por cierto, no tan "de ensueño" como sus fabulosos tonos cromáticos hacen presuponer) sin esa visión de "nuestro mundo". Y toda la oscuridad que desprende la lectura del cómic, como un vapor distante pero penetrante, parece cristalizar en esos callejones inmundos, habitaciones desordenadas, cafés seguramente recalentados y cielos polucionados.

Hay que entender un mérito por parte de Kindt (autor de obras como "Super Spy" o "Revolver") por pergeñar un trabajo así, con el que su ilustrador puede lucir esta dualidad, y además logrando, juntos, entregar un comic book (editado en libro que recopila los cinco primeros números de la serie) que engancha a lectores intergeneracionales. En este sentido, se me antoja ideal para un lector y lectora de secundaria, del mismo modo que el adulto encontrará en los hallazgos formales y en las reflexiones de fondo en "Ether" una lectura in crescendo difícil de abandonar, y más aún de olvidar.

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