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La moda es puro teatro

La casa Dolce y Gabbana lleva al extremo la tradición siciliana y entra en la locura estética

Modelos de D&G.

Colores, bordados, brillos, diseños complicados, tocados imposibles y exceso por todas partes. Todo eso y mucho más es la nueva colección de la firma italiana Dolce y Gabbana, formada por el siciliano Domenico Dolce y el milanés Stefano Gabbana. Las propuestas, presentadas en Palermo con ese halo de exclusividad que da la casa a todo lo que toca, son dignas de una moderna María Antonieta dispuesta a provocar desmayos a su paso.

Poco más de 430 clientes de la casa viajaron a la capital siciliana para experimentar con sus propios ojos un espectáculo de alta costura, excesivo y sorprendente. Entre el público estuvo hasta Rosario Crocetta, la presidenta de Sicilia, una activista anticorrupción comunista que ha sido blanco de al menos tres intentos de asesinato por parte de la mafia.

Cuando se le preguntó el motivo de su presencia en el desfile, aseguró que la firma es la mejor intérprete del estilo siciliano. "Está en su sangre, y hace mucho por Sicilia. Ese intercambio funciona en ambos sentidos".

Y así, Domenico y Stefano contaron a través de sus trajes imposibles (imposibles para las simples mortales, no para el resto) algunas de las historias más románticas de la isla, repleta de historias a través de una exquisita confección que es el santo y seña de la casa.

El escenario del desfile fue una plaza conocida localmente como plaza de la Vergüenza, famosa por las estatuas desnudas que adornan la fuente de mármol del siglo XVI que se encuentra en el centro. Entre las obras de arte que salieron a la pasarela destacó el vestido de seda que en el dobladillo llevaba pintada a mano una cita de la novela de Lampedusa "El gatopardo": "Si queremos que todo permanezca como es, se necesita que todo cambie". El caso es que todos los modelos estuvieron repletos de motivos tomados del folclore siciliano y de la arquitectura y el espíritu aristocrático de la isla. El legado decorativo francés, español y árabe de la isla quedó reflejado en los bordados sobre crepe de seda. Llamaron la atención las faldas con incrustaciones de coral rosado, y a su lado aparecieron canastas llenas de pan, hierbas y naranjas. Al final, la alta costura se fundió con el pueblo, al menos con una parte de él.

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