Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ficción e inspiración sin fin

Max reúne en un libro sus colaboraciones periodísticas, un trabajo sobre la creación y la imaginación como motor de la vida

Max es un autor que, por su calidad y su capacidad de irse reinventando sin renegar de su propio bagaje, me recuerda a unos pocos grandes creadores. Unos que además, con un alarga trayectoria, no han caído en el tedio o la repetición, siendo siempre capaces de entregar con cada nueva obra un motivo para seguir considerándolos contemporáneos a la par que clásicos. Es muy difícil tratar de clásico al autor de una obra tan viva y moderna como "¡Oh diabólica ficción!" (La Cúpula), pero si lo es Tom Waits o David Lynch (por citar a dos pájaros de larga trayectoria que siguen siendo aún necesarios), ¿por qué no Max?

Así que nos acercamos una vez más a un nuevo trabajo del creador de lejanos iconos (para qué recordarlos, búsquelos el lector en la Wikipedia) sabiendo que nos va a dar un pildorazo de futuro. En este caso además, contrastado: quien más quien menos ya ha conocido alguna de las planchas servidas en este recopilatorio, al leerlas en El País de las Tentaciones. Conste que este libro, de preciosa portada, incluye material inédito, lo advierto para quien atesore las páginas servidas en el dominical. Tampoco todo el material procede el diario, ojo, así que la compra es totalmente justificada.

Y leyendo lo inédito y lo recopilado, como un todo, es asombroso cómo nos asalta una sensación: este artista no tiene límites. Tras reinventarse con "Vapor" hace ya tres años, no ha parado de producir trabajos interesantes, y el reto de hacer una doble página en un medio masivo como el suplemento del diario de Prisa parecía uno de los gordos. Un autor acostumbrado a trabajar a su bola, tan filósofo como gamberro, recibió cobijo en un medio de los más leídos en este país y se le propuso una continuidad en las entregas de una doble página. Pero ahí está el "mojo", ¿no? Por eso, digo, no hay fallo ni hay miedo. Max sabe salir airoso, porque nos da la sensación de que en los hándicaps solo ve juegos para seguir desarrollando su imaginación.

La imaginación, de hecho, es la materia sobre la que habla esta urraca de verbo incontinente, personificación (diabólica, se dice, travieso duende, diría yo) de la inspiración. Ella es el motor de la ficción, y por extensión de todo -¿podríamos existir sin imaginarnos?-. Con esta idea, cada doble página diserta sin perder un norte inquebrantable: el humor. Max nos hace pensar, sí, pero sobre todo, por encima de todo, nos hace reír. Oh diabólica risa, responderemos a la urraca, cómo sabe su creador lo necesaria que es.

Último apunte: Max es un maravilloso colorista, así que la experiencia estética de "¡Oh diabólica ficción!", a todo color, es intensa. Como lo es observar cómo cada dos por tres juega con las páginas, las viñetas, los símbolos, para crear breves poesías visuales, siempre imaginativas, eliminando la sensación de repetición (muy importante, recordemos que estamos hablando de un cómic por entregas en un magazine, ser repetitivo y acomodaticio hubiera sido un error).

Compartir el artículo

stats