“Fui feliz el primer día de profesora y soy feliz el último”

Maite Fernández se prejubila tras 39 años como docente: “Ahora me dedicaré a mis padres”

Maite Fernández, entre algunos de sus alumnos del Carlos Casares, en la fiesta de despedida. | // FDV

“Aún no me creo que está prejubilada. Nunca pensé en dejarlo e incluso tenía la idea de pedir la prórroga hasta los 70 años, pero me decidí al final porque quiero atender a mis padres”. Maite Fernández Piñeiro dejó ayer de dar clase, una tarea de la que se ocupó durante 39 años. Se prejubila el próximo 31 de diciembre, pero ayer fue la última jornada lectiva del año, y por tanto, su día de despedida de las aulas del instituto Carlos Casares, un día “igual de feliz que el primero. Fue feliz el primer día y lo soy el último”, subraya esta veterana de la enseñanza (y de la política, ya que fue concejala del PP durante la etapa de Manuel Pérez en la Alcaldía, y diputada provincial, entre otros cargos) que ayer recibió el homenaje de sus alumnos, una pequeña fiesta sorpresa en la que se emocionó y repasó algunos momentos de su dilatada carrera por institutos como el Valle Inclán en Pontevedra, o los vigueses de Santa Irene, Calvario, Alexandre Bóveda, o el Carlos Casares, donde ha permanecido 32 años.

Vitalista y directa, deja claro que “aún tengo fuelle” y podría seguir dando guerra en sus clases del área de Ciencias Sociales, pero quiere aprovechar el momento. “Va a haber cambios en las pensiones y decidí dejarlo ahora porque así puedo dedicarme a mis padres, que son maravillosos” y que rondan los noventa años.

Eso sí, no dejará totalmente lado la docencia, por aquello del gusanillo, y continuará como tutora en la UNED porque “solo me ocupa una tarde a la semana. Ahí sí seguiré hasta los 70 años”.

Es una profesora de vocación. “No me equivoqué de profesión y si volviera a nacer elegiría lo mismo. He conseguido muchos amigos y siempre me lo pasé bien en las clases”, con materias como Geografía, Historial, Filosofía, Latín, Literatura... Prueba de su vocación y de su vitalidad, recuerda que en sus tiempos en el Valle Inclán de Pontevedra “daba clase por las mañanas, por las tarde y por las noches”.

Explica que siempre ha tratado de “hablar, razonar y dialogar, no me gusta imponer” y recuerda que “di clase a muchos padres de los alumnos actuales”. Uno de los que pasaron por sus manos le provocó alguna lágrima en el homenaje de ayer: “Me dijo que hubo un antes y un después en su vida tras ser yo su tutora”. El mejor resumen de su pasión en la vida.

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