Treinta y tres días de búsqueda, 33 días de más angustia que avances. La investigación no para, pero una parte importante de las pesquisas están en el fondo del mar. La Guardia Civil baraja unos puntos concretos. Zonas no especialmente alejadas de la costa, pero muy profundas, de hasta 1.500 metros. Ahí es donde resulta imprescindible el buque 'Ángeles Alvariño', del Instituto Español de Oceanografía. Con capacidad para detectar y dar imagen digital de cualquier alteración en el suelo marino y con un robot, el ROV Liropus 2000, que puede operar hasta esos 2.000 metros bajo el nivel del mar. Como explica el exdirector general de Marina Mercante, Pedro Anatael Meneses, "y no solamente captar mejor las imágenes que ya ha visualizado mediante el sistema que tiene el buque, sino que, además, podría extraer, inclusive, lo que ha detectado". Siempre que el peso del lastre les haya llevado al fondo. "Porque si no, flotaría. Y todo lo que flota, se lo llevan las corrientes marinas. Y vete Dios a saber a dónde pueden ir", indica Meneses. El objetivo: poder desechar esa negra hipótesis de los cada vez más acotados escenarios posibles. La interpol continúa en alerta ante una opción muy verosímil: la huida, vía marítima, de Tomás Gimeno con sus hijas Anna y Olivia. Sobre todo, porque los investigadores prácticamente ya han descartado la idea de que no hayan salido de Canarias.