Con altares improvisados en casi cada esquina donde hubo disparos, ahora en el barrio de Elliot Rodger, toca reflexionar. Su único amigo, que ha preferido permanecer en el anonimato, concediendo una entrevista de espaldas a las cámaras, reconoce que ni en un millón de años hubiese pensado que era capaz de matar a sangre fría a seis personas. Tres de ellas aparecieron apuñaladas en su bloque de apartamentos.