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El juego más raro de una generación

"Death Stranding" es la nueva obra de Kojima, una metáfora sobre el "Brexit" que trata sobre el descubrimiento del alma

Cuando un videojuego tiene un presupuesto alto, se le llama en la industria "triple AAA". Son títulos con mecánicas fáciles y narrativa poco arriesgada. No buscan el conflicto con el jugador, sino gustar a la mayor cantidad de gente posible. Es como una película nueva de "Star Wars" o una novela de Joël Dicker. Gusta al gran público y pueden ser espectaculares, pero no son memorables. Hideo Kojima se ha saltado esta norma no escrita con "Death Stranding", el juego más esperado de los últimos tres años y que salió ayer al mercado.

El creador japonés genera dicotomía en el público. O se le quiere o se le odia. Ha apostado por un título cuya estética, argumento y mecánica de juego no se ven todos los días. Y menos en una obra con presupuesto suficiente para juntar en un mismo reparto a Norman Reedus ("The Walking Death"), Mads Mikkelsen ("Hannibal"), Margaret Qualley ("Érase una vez en Hollywood") o Guillermo del Toro ("La forma del agua").

El argumento es sugerente. La ciencia ha demostrado la existencia del alma, del más allá y de un espacio entre ambos lugares. El hito deriva en un cataclismo mundial en el que los Estados Unidos -siempre los americanos- se ven reducidos a unas diminutas ciudades aisladas. Para más inri, algunas almas no pueden llegar al otro lado y pululan por el mundo buscando un recipiente para recuperar su forma corpórea.

El juego lo protagoniza un tal Sam Bridges. El tipo no es un soldado, ni un militar. Tampoco sabe disparar un arma, aunque durante la aventura tiene acceso a ellas. No es más que un mensajero cuya misión es transportar materiales entre estas ciudades con el objetivo de volver a conectarlas.

Y, efectivamente, el juego va de eso. De dar largos paseos por un mundo hostil, en el que hay que ser concienzudos con la carga que se lleva en el cuerpo y con la estrategia a seguir para superar los accidentes geográficos de las rutas. Tan arriesgada es la propuesta, que Kojima, fiel a su amor propio, se aventuró a decir que inauguraba un género nuevo él solito.

La crítica de la prensa especializada ha sido excelente. Habrá que ver qué sucede después con las ventas. Pero de momento, es el juego exclusivo para Play Station 4 -en el futuro saldrá también para ordenadores- con más notas perfectas en una sola plataforma. No sucede lo mismo con las primeras impresiones de los usuarios, que lo están juzgando negativamente. Algunos influidos por la tirria que le tienen a su director.

"Death Stranding" pretende también ser una metáfora del "Brexit", por aquello de la desconexión, y de las redes sociales. El juego se puede jugar en línea y lo que hacen otros usuarios tiene repercusión en la partida. En definitiva, el nuevo proyecto de Kojima es arriesgado y seguramente sucederá como con su persona. O se le ama o se le odia.

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