A escasas horas de entrar en 2020, muchos echan la vista atrás y repasan los 20 años recorridos desde la llegada del año 2000, un hito numérico reseñable en nuestra historia... y muy recordado por todo lo que desencadenó su llegada.

Una de las consecuencias más sonadas fue lo que en su día se conoció como el Efecto 2000. Quizá si naciste en torno a esta fecha o después de la misma este concepto no te suene de nada, pero en su momento tuvo al planeta en vilo.

El Efecto 2000 fue el temor a un posible caos tecnológico que se viviría al entrar en el mencionado año al no poder soportar los sistemas informáticos (incluidos los más sencillos) el paso a dicho guarismo, temiendo la configuración de muchos de ellos en dos cifras (el formato dd/mm/aa fue muy utilizado antes de la generalización del dd/mm/aaaa).

El temor fue 'in crescendo' en muchos sectores, los informáticos trabajaron más que nunca para adaptar sus sistemas, y se vislumbraba la posibilidad del colapso desde el sistema bancario (¿qué pasaría si el sistema detectaba que se había 'regresado' a 1900?) hasta las mismas luces de los semáforos de las ciudades.

Por todo el mundo se dedicaron esfuerzos y recursos económicos a solventar el Efecto 2000 durante los meses previos a la llegada del día señalado, y el 31 de diciembre, los ojos de todo occidente estaban puestos en los países de Oceanía, los que primero entraban en el año nuevo.

Los informes desde allí y posteriormente desde Japón comenzaron a traer la tranquilidad. El Efecto 2000 apenas tenía efectos menores y poco relevantes, consiguiendo que en Europa y Estados Unidos todos los informáticos de guardia pudieron vivir la Nochevieja con mayor tranquilidad.

Finalmente, las consecuencias fueron mínimas (apenas se reportó algún fallo puntual en centrales nucleares, gasolineras y el sistema de tráfico) y el Efecto 2000 quedó como el recuerdo de la alarma que un día se generó, desembocando en una fortísima inversión económica... sin que se dieran finalmente sus temidas consecuencias.