Internet es grande, es enorme. Uno casi diría que lo es todo. O casi todo. Internet es bueno, pese a que también hay cosas en él que no son buenas. Pero internet es como la propia humanidad. Si los seres humanos llevamos años matándonos y cometiendo maldades, ¿cómo no íbamos a hacer lo mismo en un mundo virtual? Pero internet es ante todo algo bueno. Bueno y saludable. Es libre, es fácil, es para todos y algún día estará al alcance de todos.

Y no son pocos los gurús que lo saben todo sobre internet. Gurús que nos dicen que internet se creó como un sistema de comunicación para el ejército que fuera capaz de resistir una hecatombe nuclear. Pero eso no importa, porque internet es bueno. Y tampoco importan esos gurús que todo lo pretenden saber, porque quien realmente lo sabe todo es internet. Internet nos ha dado la Wikipedia, y gracias a ella lo podemos saber todo sobre internet. E incluso sobre los gurús.

Y para saber lo importante y bueno que es internet, no hacen falta gurús. Basta con mirar atrás y recordar. Es suficiente con pensar en la primera vez que navegamos por internet, en esa eterna pregunta que nos hicimos aquel día - "¿Cómo demonios pasan las letras y los gráficos por el cable del teléfono?"-. Entonces empezamos a imaginar todo lo que internet podría significar. Y no sabíamos cómo funcionaba, pero lo hacía. Y nos cautivó para siempre.

Internet saltó luego de las grandes corporaciones a las pequeñas. Y de ahí a los hogares. Y empezó a surgir todo un mundo de información -no siempre verdadera-, y nacieron los buscadores. La guerra inicial terminó con un claro ganador cuyo nombre está en boca de todos. Y además de los buscadores surgieron los programas de correo, y las cadenas de emails. Internet era muy bueno. Ansiosos esperábamos la digital correspondencia de nuestros amigos, para poder disfrutar del chiste del día o de la picante imagen del momento. Internet es muy divertido.

Y un buen día a alguien se le ocurrió que podría compartir sus gustos con más personas. Y nacieron los programas P2P con eMule liderándolos a todos. Entonces internet se convirtió, además de en bueno y divertido, en cómplice. Y mucho más útil. Y entretenido. Pero queríamos más, y llegaron los programas de mensajería instantánea. Messenger inició el camino para que estuviéramos en contacto con personas de la otra punta del planeta. Internet empezó así a ser social. Y cuanto más social era internet, más nos comunicábamos con otras personas. Incluso sin conocerlas. Redes sociales que nos han traído millones de amigos de todo el mundo que no paran de escribir en nuestro muro de Facebook o de gritar sus pensamientos a los cuatro vientos de Twitter.

Y fue entonces que internet se fijó en los móviles, acabando así con la tiranía del cable y del ordenador de sobremesa. Por fin íbamos a estar permanentemente conectados con nuestros amigos, familiares y nuestras aficiones. Internet nos daba de repente una libertad con la que jamás habríamos soñado. Poder estar en una playa haciendo fotos y compartiéndolas en tiempo real con tus familiares, o retransmitir en vídeo el nacimiento de tu primer hijo se convierte así en algo normal y cotidiano.

Internet es bueno porque nos permite compartir nuestra felicidad con aquellos que nos importan, ver cómo todo va cambiando, y sentir que las cosas mejoran. Internet es bueno.