Las primeras señales serias de este enigma surgieron poco después de las Navidades en el Estado de Florida, cuando los apicultores se encontraron con que muchas de las abejas se habían esfumado.

Desde entonces, el síndrome que los expertos han bautizado como Problema del Colapso de las Colonias (CCD) ha mermado en un 25 por ciento los enjambres del país.

"Hemos perdido más de medio millón de colonias, con una población de alrededor de 50.000 abejas", dijo a Efe Daniel Weaver, presidente de la Federación Estadounidense de Apicultores, quien apuntó que el mal afecta a unos treinta de los cincuenta estados del país.

Lo curioso del fenómeno es que en muchos casos no se encuentran "restos mortales".

"Históricamente, cuando algo afecta a los enjambres hay muchos insectos muertos", explicó a Efe May Berenbaum, una profesora de entomología de la Universidad de Illinois, quien añadió que "en muchas de estas misteriosas desapariciones no hay cuerpos".

A esa rareza se suma otra igualmente desconcertante, la de que las abejas obreras se dan a la fuga dejando a la reina atrás, en un comportamiento de lo más atípico.

"Nunca habíamos tenido un caso como este", dijo Weaver, quien como muchos de los 1.200 miembros de su organización confiaba en que el problema desapareciese con la llegada de la primavera boreal, cuando los enjambres se encuentran a rebosar y los laboriosos insectos polinizan cultivos valorados en entre 12.000 y 14.000 millones de dólares, según un estudio de la Universidad de Cornell.

Pero la situación "todavía es crítica", asegura Weaver, quien dice que aún sigue recibiendo informaciones de abejas desaparecidas o muertas.

Entre los que han perdido gran parte de sus colmenas está David Ellingson, un apicultor nómada de Minesota, que cada año traslada sus insectos para que polinicen las largas plantaciones de almendras en California.

El último viaje resultó fatídico, al traducirse en la muerte o desaparición del 60 por ciento de las 2.000 colonias que Ellingson utilizó para los cultivos de almendras.

De ahí que tenga previsto comparecer mañana ante la Cámara de Representantes para pedir al Congreso que destine fondos a desentrañar los motivos del enigmático fenómeno.

Por el momento, el misterio permanece abierto.

La profesora Berenbaum asegura que los científicos barajan todo tipo de hipótesis, entre ellas la de que algún pesticida haya provocado daños neurológicos a las abejas y alterado su sentido de la orientación, lo que les impediría encontrar el camino para regresar a sus colmenas.

Otros culpan a la sequía e incluso a las ondas de los teléfonos móviles, pero lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el verdadero desencadenante.

A la espera de que se despeje la incógnita, los apicultores temen que no haya suficientes abejas para polinizar muchos de los cultivos que florecerán en el próximo mes y que incluyen desde peras hasta melones, melocotones y alfalfa.

"Nueva York es una de las zonas más afectadas y podría ser que parte de las plantaciones de manzanas y arándanos se queden sin polinizar", alerta Weaver.

Virginia Webb, una apicultora de Georgia que cría junto con su marido unos siete millones de abejas para la producción de miel y que se ha librado de la peste que recorre Estados Unidos, recuerda el modus operandi de las pequeñas criaturas.

"Lo que hacen las abejas es libar el néctar de las flores y al hacerlo permiten que el polen pase de una flor a otra, lo que favorece la fertilización y hace, en última instancia, que la fruta crezca", explica Webb, quien insiste en la necesidad de proteger a unos insectos tan frágiles como importantes, a quien la apicultora se refiere como "los ángeles de la agricultura".