El infarto de miocardio mata cinco veces más en pacientes con COVID-19 que en pacientes sin infección, según muestra un estudio del Grupo de Trabajo de Código Infarto de la Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), que analizó un total de 1.010 infartos de miocardio atendidos en los hospitales españoles entre el 14 de marzo y el 30 de abril de este año.

Los pacientes con infarto de miocardio e infectados con COVID-19 tenían una tasa de mortalidad intrahospitalaria del 23,1%, frente al 5,7% de los pacientes con infarto de miocardio sin infección por el SARS-CoV-2. Además de una mayor mortalidad durante el ingreso, los pacientes con infarto de miocardio y COVID-19 presentaban mayor insuficiencia cardiaca a su llegada al hospital, así como mayores complicaciones (trombosis del stent y shock cardiogénico) tras el tratamiento del infarto.

"Del total de pacientes con infarto de miocardio atendidos, el 10,9% tenía PCR positiva", indica el doctor Oriol Rodríguez Leor, primer firmante del estudio, quien añade que "el 31,9% de los infartados con COVID-19 llegaba a los hospitales con insuficiencia cardiaca frente al 18,4% de los que no padecían COVID-19".

El especialista en cardiología detalla también que, "en el grupo de pacientes con coronavirus, el 3,3% presentó trombosis del stent y el 9,9% shock cardiogénico tras el tratamiento del infarto". El 0,8% y el 3,8% de los pacientes sin COVID-19 presentaron respectivamente esas complicaciones. Estos resultados tienen un gran impacto en la práctica clínica diaria porque plantean que "el tratamiento antitrombótico en pacientes con infarto de miocardio debería ser probablemente más agresivo en aquellos pacientes con COVID-19 para prevenir complicaciones", valora el experto.

Tratamiento del infarto

La recomendación de la SEC durante la pandemia de la COVID-19 ha sido la de mantener el intervencionismo coronario percutáneo (ICP) o angioplastia primaria como técnica de elección para el tratamiento de los pacientes con infarto de miocardio. De acuerdo con esta recomendación, más del 90% de los pacientes de ambos grupos (con y sin COVID-19) incluidos en el estudio fueron sometidos a reperfusión mecánica.

"Los retrasos en la reperfusión fueron similares en ambos grupos, pero el tiempo entre el inicio de los síntomas y el primer contacto médico fue más corto en pacientes COVID-19", aclara Rodríguez. En concreto, en los pacientes con coronavirus el primer contacto médico se produjo a los 70 minutos de media desde el inicio de los síntomas, frente a los 100 minutos entre los pacientes sin esta infección. Para el cardiólogo "esto puede deberse a que el 9% de los pacientes con coronavirus que presentaban un infarto de miocardio ya estaban ingresados, frente al 0,7% de los pacientes sin COVID-19".

El estudio ha objetivado una mayor presencia de insuficiencia cardiaca entre los pacientes COVID-19 y, por tanto, un peor escenario clínico. Además, estos pacientes recibieron, probablemente por su peor condición basal, menos pretratamiento con inhibidores plaquetarios antes de la angioplastia primaria. "Aunque el menor uso de terapias antiplaquetarias en los pacientes con COVID-19 podría haber jugado un papel importante, el estado proinflamatorio y protombótico característico de la infección también podría explicar la alarmante tasa de trombosis del stent en este grupo de pacientes", reflexiona.

Es por esto que los firmantes del estudio creen que el tratamiento antitrombótico debería ser más agresivo en el grupo de pacientes con infarto de miocardio e infección por coronavirus concomitante.