El Grupo Dia ha retirado "de forma preventiva" el lote de atún en aceite de girasol de 900 gramos 19/154 023 02587, fabricado por Frinsa y con fecha de caducidad de diciembre de 2022, tras el aviso de una posible contaminación con la toxina botulínica. Un análisis en el Centro Nacional de Alimentación realizado este jueves ha confirmado la presencia de esta toxina en una única lata.

La toxina botulínica es una de las terapias estrella en dermatología estética, aunque también ha mostrado su utilidad en la reducción de síntomas de múltiples patologías. Pero su intoxicación alimentaria puede llegar a provocar botulismo.

Existen siete formas diferentes de toxina botulínica identificadas con las letras A a G. Cuatro de ellas (tipos A, B, E y ocasionalmente F) pueden causar botulismo humano. La toxina A posee mayor afinidad por el tejido nervioso.

Los tipos C, D y E provocan enfermedades en otros mamíferos, aves y peces. La bacteria botulínica necesita para su desarrollo medios poco ácidos o alcalinos, con valores de pH superiores a 4'5.

La vía de intoxicación más común de la toxina botulínica es la alimentaria. Ésta se adquiere por ingestión de alimentos mal preparados o conservados de manera inapropiada, pero también existen otras formas de adquirir la enfermedad por ejemplo a través de heridas abiertas, inhalación o como efecto colateral del uso deliberado de la toxina botulínica en el tratamiento de enfermedades neuromusculares o en cosmética.

¿Cómo actúa la toxina botulínica?

La toxina botulínica actúa bloqueando la liberación de acetilcolina a nivel de la placa mioneural impidiendo la transmisión del impulso nervioso, causando de esta manera, una parálisis flácida de los músculos esqueléticos y un fallo parasimpático. En la intoxicación alimentaria se ingiere la toxina preformada que es absorbida por endocitosis a través del tracto gastrointestinal.

Tras su absorción, la toxina botulínica es llevada por vía linfática o sanguínea hasta su lugar de acción: las terminaciones nerviosas colinérgicas.

Como no atraviesa la barrera hematoencefálica, solo actúa sobre el sistema nervioso periférico, especialmente a nivel de la placa o unión neuromuscular, y en el sistema nervioso autónomo.

Los síntomas iniciales de la toxina botulínica incluyen fatiga intensa, debilidad y vértigo, seguidos generalmente por visión borrosa, sequedad de boca y dificultad para tragar y hablar. También pueden concurrir vómitos, diarrea, constipación e inflamación abdominal. La enfermedad puede dar lugar a debilidad en el cuello y los brazos, y afectar posteriormente los músculos respiratorios y los músculos de la parte inferior del cuerpo.

Los síntomas de la toxina botulínica, entre 12 y 36 horas después

No son provocados por la bacteria, sino por la toxina que ella produce. Por lo general se manifiestan entre 12 y 36 horas después de la ingesta (con un plazo mínimo de cuatro horas y un máximo de ocho días).

La incidencia del botulismo es baja, pero la tasa de mortalidad es alta si no se realiza un diagnóstico precoz y se dispensa sin dilación el tratamiento adecuado (pronta administración de antitoxina y atención respiratoria intensiva). La enfermedad puede ser mortal en el 5 a 10 por ciento de los casos.

La bacteria es anaerobia, sólo se desarrolla en ausencia de oxígeno. De hecho, se produce cuando la 'Clostridium botulinum' crece y genera toxinas en los alimentos que se van a consumir. El crecimiento de la bacteria y la formación de toxinas tienen lugar en productos con bajo contenido de oxígeno y en algunas combinaciones de temperatura de almacenamiento y parámetros de conservación.

Esto ocurre principalmente en conservas de alimentos hechas sin las debidas precauciones y en alimentos inapropiadamente procesados, enlatados o embotellados en casa.

Los alimentos más expuestos a la toxina botulínica

Entre los alimentos más expuestos al botulismo están las carnes o pescados crudos conservados mediante procesos de salado o ahumado deficientes, o algunas verduras poco ácidas o que pueden perder su acidez natural por la acción de otros microorganismos. También puede aparecer en productos enlatados.

La toxina botulínica se ha encontrado en diversos alimentos, incluidas conservas vegetales con bajo grado de acidez, tales como judías verdes, espinacas, setas y remolachas; pescados, incluido el atún en lata y los pescados fermentados, salados y ahumados; y productos cárnicos, por ejemplo, jamón y salchichas.

Los alimentos en cuestión difieren de un país a otro y reflejan los hábitos locales de alimentación y de conservación de los alimentos. En ocasiones se ven implicados alimentos elaborados con fines comerciales.

Prevención del botulismo y tratamiento

La prevención del botulismo de trasmisión alimentaria se basa en las buenas prácticas de elaboración, en particular la conservación y la higiene. El botulismo se puede prevenir mediante la desactivación de las esporas bacterianas en los productos termoesterilizados (por ejemplo, en hornos de esterilización) o enlatados, o la inhibición del crecimiento bacteriano en otros productos.

La pasteurización comercial (productos pasteurizados envasados al vacío, ahumados en caliente) no siempre es suficiente para matar todas las esporas y, por consiguiente, la inocuidad de esos productos se deberá basar en la prevención del crecimiento bacteriano y la producción de toxinas. Las temperaturas de refrigeración combinadas con el contenido de sal y/o las condiciones de acidez impedirán el crecimiento de la bacteria y la formación de toxinas.

Por otro lado, el tratamiento está dirigido a la asistencia respiratoria (para evitar un paro respiratorio), administrando la antitoxina botulínica equina trivalente ABE para neutralizar el efecto de la toxina circulante y aplicando una terapia de soporte. Puede ser necesario intubar al paciente y es necesario administrar líquidos intravenosos si persiste la dificultad de deglución.

Cuando el tratamiento es recibido tempranamente se reduce el riesgo de muerte. Esta enfermedad puede complicarse produciendo una debilidad prolongada además de una disfunción del sistema nervioso que puede prolongarse hasta un año.

Además, la prevención pasa por unas buenas prácticas de elaboración, en particular la conservación y la higiene. En la pasteurización comercial (productos pasteurizados envasados al vacío, ahumados en caliente) no siempre es suficiente para inactivar todas las esporas y, por consiguiente, la inocuidad de esos productos se deberá basar en la prevención del crecimiento bacteriano y la producción de toxinas.

Las temperaturas de refrigeración combinadas con el contenido de sal o las condiciones de acidez impedirán el crecimiento de la bacteria y la formación de toxinas.

Las personas que envasan alimentos en casa deben seguir procedimientos estrictos de higiene para reducir la contaminación de los alimentos especialmente con bajo contenido ácido, como el zumo de zanahoria, espárragos, judías verdes, pimientos morrones, berenjenas, champiñones, remolacha, maíz, etc.

En general a los consumidores se recomienda tener precauciones con alimentos enlatados o conservados, no comer alimentos provenientes de latas abombadas, ni abolladas o latas caseras mal cerradas con aire, ni embutidos de dudosa procedencia.