Con la llegada del verano los pies, acostumbrados a llevar calcetines y calzado cerrado durante tanto tiempo, experimentan un cambio drástico. Ante esta situación, el Colexio de Podólogos de Galicia (CPG) recuerda que son una de las extremidades que más sufren en los días de playa y recomienda prestar especial cuidado en los meses de verano.Los profesionales recomiendan usar calzado con sujeción en el tobillo y bien ventilado e indican que el mejor calzado para esta estación serían las sandalias sujetas al pie. “Gran parte del calzado usado en esta época estival no reúne las características adecuadas para los pies: falta de sujeción o suelas demasiado finas”, asegura el presidente de esta entidad, Borja Pérez Serrano.

Los podólogos gallegos también alertan de que hay distintos tipos de calzado y aconsejan fijarse siempre en el más seguro. Las chanclas, que tanto se agradecen en un día de calor no son, sin embargo, el calzado más seguro. Es más, según los especialistas, puede causar diversos tipos de patologías en los pies:

-Inestabilidad. Las chanclas hacen que la marcha sea mucho más inestable, con muchas más posibilidades de sufrir una torcedura o esguince.

-Dedos en garra. El gesto de caminar consiste en alternar un pie en el suelo con otro que vuela en cada paso. Este tipo de calzado obliga a realizar “garra” con los dedos en cada fase de vuelo para no perder la chancleta. Este gesto no es fisiológico y genera una mayor tensión tanto en dedos como en la planta del pie.

-Fascitis plantar. La fascitis plantar es la inflamación de la fascia plantar, que es el tejido que va desde la base de los dedos hasta el talón en la planta del pie. El dolor es bastante agudo y se suele localizar en la zona del talón. El uso de chanclas favorece la aparición de la fascitis plantar por dos motivos: el hecho de tener que forzar la “garra” en los dedos aumenta la tensión que se genera en la fascia plantar; y al tratarse de un calzado muy plano favorece el aumento de tensión en la fascia y en las estructuras musculares posteriores de la pierna como el tendón de Aquiles, gemelos o isquiotibiales.

-Se modifica el patrón de la marcha. La forma de caminar se modifica con el uso de las chanclas al dar pasos más cortos. De esta forma se altera el funcionamiento normal de la musculatura de la pierna.

-Dolores de rodilla, espalda y cadera. Utilizando chanclas el apoyo al puente del pie es limitado, lo que con su uso frecuente puede producir a quien las utiliza molestos dolores de espalda, cadera o rodilla.

-Lesiones. Su uso prolongado puede, además de la fascitis, producir lesiones como esguince de tobillo, debido a la nula sujeción que aportan.

-Rozaduras o ampollas. Excederse en el uso de chanclas en verano puede causar abrasiones en los pies y en los dedos. Estas heridas abiertas hacen que la persona afectada sea más susceptible a las infecciones y a los gérmenes.

-Daño solar. El pie está expuesto al sol un gran número de horas, lo que hace que se puedan quemar con mucha facilidad. Se debe prestar especial atención al dorso del pie, ya que es una zona que suele dejarse desprotegida y puede precisar protección mediante cremas protectoras solares.

-Juanetes. Cuando se utilizan chanclas no se pisa de la manera adecuada, por lo que uno distribuye el peso del pie de manera distinta, sobrecargando zonas que pueden terminar creciendo por sobrecarga de esfuerzo.

“Hay que procurar no abusar de las chanclas, no utilizarlas de forma continuada y durante tiempos prolongados por la inestabilidad que genera al tener el pie menor sujeción. No es un calzado diseñado para caminar, y mucho menos para correr, y puede generar problemas con el paso del tiempo, como desarrollo de dedos en garra o fascitis plantar”, afirma Borja Pérez, presidente del Colexio de Podólgos de Galicia. Además, los profesionales de la salud del pie indican que, en la medida de lo posible, no hay que caminar descalzo en piscinas ni baños públicos, porque son lugares de contagio potencial de hongos u otras afecciones, y en estos casos sí recomiendan usar chanclas. Para erradicar aún más la posibilidad de contagio, se recomienda no compartir el calzado ni la toalla, ni caminar descalzo sobre moquetas de hoteles o espacios públicos.

No a la suela plana

Los podólogos también advierten de que se debe evitar la suela plana y fina porque los zapatos bajos carecen de elementos que permitan la amortiguación de los golpes que se producen al caminar, de manera que el pie recibe impactos continuamente. En este sentido, aconsejan optar por tacones de entre 2 y 5 centímetros, ya que de esta forma se reducirán los impactos y se mejora la posición del pie y del cuerpo tanto al andar como al permanecer de pie.

Tampoco hay que abusar de las bailarinas y de deportivas. Los podólogos consideran que las bailarinas son también demasiado planas y suelen tener puntas estrechas que aprietan los dedos pudiendo provocar la aparición de dolorosos callos. En el caso de las deportivas, señalan que se debe limitar su uso y no utilizarlas de forma habitual porque podrían provocar sudoración excesiva y aparición de hongos. Los especialistas explican que el calzado más aconsejable es el que permite transpirar el pie, está fabricado con fibras naturales, es flexible y lo sujete adecuadamente evitando engarramiento de los dedos y posibles torceduras.

Rozaduras por el cambio de calzado entre estaciones

Momentos incómodos de empezar a llevar sandalias tras el invierno o al estrenarlas son las molestas rozaduras que pueden producir la fricción. Para evitar estas molestias, los podólogos gallegos aconsejan que antes de volver a ponerse una sandalia del año pasado o estrenar unas nuevas, se impregnen las tiras de las mismas o las zonas más sensibles de hacer daño, como el área de los laterales del pie y los talones, de crema hidratante corporal y se pongan con calcetines durante al menos media hora. De esta forma se consigue que las tiras cedan un poco y los materiales se ablanden.