Del cálido sofá al frío de un refugio: ¿Qué podemos hacer contra el abandono animal?
Cada año, una gran cantidad de animales son abandonados en Galicia. Algunos aparecen en carreteras y muchos acaban en refugios esperando con ojos de miedo y esperanza una segunda oportunidad. Pero, ¿quién se hace cargo de ellos? ¿Qué podemos hacer nosotros? Instituciones como Apadan y voluntarios luchan día tras día para que ningún animal sufra el abandono.

Perritos abandonados en una caja. / ECG
María Gabriela Ramos
Un estudio de marzo de 2025 sobre la gestión de la protección animal en España del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 revela una preocupante falta de recursos: solo uno de cada cuatro ayuntamientos cuenta con un centro propio de recogida de animales abandonados. La mayoría de las entidades existentes se centran en gatos (84,2 %), perros (45,3 %) y en menor medida, otros animales que son de compañía (14,4 %).
En este escenario emergen organizaciones como la Asociación Protectora de Animales Domésticos Abandonados del Noroeste (Apadan), un macrocentro sin ánimo de lucro situado en Galicia. Desde el año 2000, su labor se ha centrado en rescatar, cuidar y buscar hogares a perros que son víctimas del abandono o del maltrato.
La tendencia no ha hecho más que agravarse en los últimos años. Desde su creación, Apadan ha recogido 2.790 perros y ha conseguido que 2.585 de estos encuentren una familia mediante adopciones o acogidas definitivas. A pesar del trabajo constante, los recursos son limitados. «Tener un refugio es muy costoso. Lo notamos muchísimo con la subida de la inflación a partir de 2020. Los precios están disparados en todo: servicios veterinarios, alimentos, medicinas... nos cuesta llegar a fin de mes», asegura Díaz.

Instalaciones de Apadan. / Cedida
Además, recientes cambios legislativos han afectado a los refugios. «Antes podíamos utilizar medicación humana –más económica, con genéricos–. Ahora ya no se permite, y eso ha sido un golpe más para nuestro presupuesto».
Una de las declaraciones más contundentes de la presidenta de Apadan lanza una advertencia alarmante: «Prohibir el sacrificio está bien, pero si no reducimos el abandono, al final estos macrocentros y perreras se convierten en campos de concentración». Según Díaz, muchos ciudadanos confunden llevar a un animal a un centro de recogida con «hacer lo correcto», sin asumir que ese acto también puede suponer un trauma profundo para el animal. «Dejar al perro en un centro no se considera legalmente abandono. Y, como nadie lo llama así, nadie se siente culpable. Pero para el animal es un espanto», añade.
Critica también la falta de campañas de concienciación reales. «Lo único que parece importar es que la gente recoja las heces animales. Y sí, eso está bien, pero ¿dónde están las campañas de tenencia responsable? ¿Dónde está la respuesta ágil ante casos de maltrato leve?».
Crisis habitacional
Otra de las causas del abandono, que ha crecido notablemente en los últimos años, es la crisis de la vivienda. «Muchos propietarios de perros se ven obligados a entregarlos porque no encuentran pisos de alquiler donde se acepten mascotas. Da igual si el perro es bueno, grande, pequeño, si tienes seguro… Es muy difícil competir en el mercado actual de alquiler», comenta Díaz.
Este problema se agrava para colectivos vulnerables o con ingresos inestables. «Y luego están las personas mayores que fallecen, y nadie quiere hacerse cargo del animal. Es uno de los casos que más me entristece: pensar que un perro que ha sido fiel toda su vida acaba en una perrera sin que nadie de la familia lo quiera», aseguró.
Un refugio con historia y corazón
Apadan no nació como un proyecto cualquiera. Fue la continuación del legado de una persona que recogía y cuidaba animales abandonados en el mismo terreno en el que hoy opera la organización. «Cuando esa persona falleció, decidimos constituir la asociación en 2021 como homenaje, pero también para continuar con su labor y hacernos cargo de los animales que todavía vivían allí», explica Díaz.
Ubicados a 90 kilómetros de A Coruña, Muchos peregrinos del Camino de Santiago, especialmente suizos, son quienes denuncian las situaciones de maltrato o abandono que encuentran en Galicia. «Se sorprenden mucho al ver animales atados todo el día, en condiciones precarias. A veces nos avisan, pero sin pruebas o denuncia formal poco podemos hacer. No tenemos potestad legal y muchas veces los ayuntamientos ni nos responden».

María Díaz con un perro rescatado. / Cedida
Aun así, la asociación sigue recibiendo decenas de llamadas cada semana. Aunque están a 90 kilómetros de A Coruña, su proximidad a Santiago los hace accesibles para muchas personas, y eso también sobrecarga su capacidad.
La situación no tiene una solución sencilla. Requiere voluntad política, concienciación y recursos. Mientras las leyes no consideren como abandono el dejar un perro en un centro, o no se fomente la responsabilidad, el trabajo de este tipo de asociaciones será una lucha cuesta arriba. «Proteger a los animales no puede recaer únicamente en unos pocos. Es una responsabilidad compartida», concluye Díaz. Y su voz resuena como la de muchos que, desde el anonimato, dedican su vida a rescatar lo que otros han desechado.
En 2024, último año con datos consolidados, se registró que el 46% de los animales que ingresaron en centros de recogida procedían directamente de la calle. Un 24% llegó desde perreras, un 16% fueron entregados por sus propios dueños, un 9% fueron devoluciones y apenas un 5% se originaron en denuncias locales. Estas cifras reflejan una realidad cruda: demasiados animales siguen perdiendo su hogar o nunca han tenido uno.
Apadan hace una llamada a la responsabilidad: pensar dos veces antes de adoptar, y también muchas veces más antes de abandonar. «Hay animales que vienen de hogares donde dormían en un sofá y terminan en un cajón de madera, compartiendo todo con otros perros, muertos de miedo. Es devastador», asegura.
Por eso, insisten en que hay más opciones de las que creemos. Si tampoco puedes acoger, puedes colaborar. Porque proteger a los animales no es solo responsabilidad de quienes los recogen: es una tarea de todos, donde cada gesto puede cambiar una vida.
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