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Crónica rosa

El libro de Isabel Preysler no defrauda

Desvela muchas cosas interesantes de su relación con las distintas parejas con las que se ha comprometido

El libro de Isabel Preysler no defrauda

El libro de Isabel Preysler no defrauda

Laura Fa

Las Mamarazzis hemos de reconocerlo: de todas las biografías de famosos que han salido y van a salir, la que menos esperábamos era la de Isabel Preysler. Pensábamos que sería sosa, anodina, vacía… pero nada más lejos de la realidad. Mi verdadera historia arranca con una advertencia: «Muchas cosas se han escrito sobre mí sin que yo interviniera». Y es cierto que la socialité ha dado muchas entrevistas a lo largo de su vida, pero en muchas de ellas nos quedábamos solo con el personaje. En el libro recorre sus relaciones con hombres poderosos y muestra cómo, a través de ellas, construyó su autonomía. Por ejemplo, con Julio Iglesias confiesa: «Para complacerle, me olvidé de mí y me convertí en su ideal de mujer». Frase que resume cómo el éxito de él la relegaba a un segundo plano. Un patrón común entonces, fuera el señor cantante de éxito o no.

De Miguel Boyer, Isabel habla de unos problemas que desconocíamos: «Le rogué que acudiera al psiquiatra para tratar sus celos, pero solo fue una vez». Asegura que él le montaba tales numeritos en las cenas con amigos que ella, una vez llegaban a casa, tenía que llamarles para pedir disculpas por la actitud de su marido. Qué importante es no romantizar situaciones tóxicas. Los celos no son una prueba de amor. No es romántico tener una pareja celosa que no sabe controlarse. Los celos desmesurados son violencia emocional disfrazada de pasión, y está muy bien que la Preysler lo narre como un problema.

Y la parte que dedica a Mario Vargas Llosa es oro puro. Durante estos años se ha dicho que si él le pagaba 80.000 euros al mes por vivir en su casa, que si el Nobel no era feliz, que si la dejó porque no soportaba la vida «disoluta y fiestera» de ella. Pues todo queda bien clarito en el libro. Como hasta el momento su palabra no había servido para matizar o corregir esas informaciones, la Preysler publica en la parte final del libro las cartas manuscritas que el escritor le enviaba. Más allá del asombro que produce leer que él solo quería llegar a casa para besarle las orejitas y los pies (sí, los pies), en ellas demuestra lo enamorado que estaba el escritor y cómo fue ella quien lo dejó, harta de sus idas y venidas. Él, experto en ghosting y desplantes a su mujer Patricia durante más de 70 años, esperaba que la Preysler aguantara lo mismo. A la tercera que desapareció, ella le dijo que su casa no era un hotel y que no hacía falta que volviera más. No hay final más digno frente a un señor acostumbrado a ningunear a sus parejas.

Esta semana se ha reactivado la polémica que inició María Pombo al asegurar que no le gustaba leer y que había que normalizar que la gente no leyera. Las Mamarazzis discrepamos; hasta la lectura más superficial puede ayudarnos a formarnos como personas. Con el libro de Bárbara Rey y Mar Flores aprendimos distintos tipos de violencia machista. Con el de Isabel Preysler aprendemos que leer, sea lo que sea, nunca es un acto banal. Cada libro, desde las memorias de una figura mediática hasta las obras de Paul Auster, Sally Rooney o Emmanuel Carrère, puede abrirnos los ojos a realidades que no queríamos ver. El de Isabel Preysler, más allá del brillo y las portadas, nos recuerda que detrás de cada historia de amor también puede esconderse una historia de aprendizaje, de límites y de emancipación.

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