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Mamarazzis

El caso Biondo se reabre… Y con él, el juicio eterno contra Raquel Sánchez Silva

Lo que empezó como un proceso judicial se transformó con el tiempo en un juicio mediático y moral, en el que Raquel fue convertida en el centro de un relato plagado de sospechas, prejuicios y lecturas machistas

La periodista Raquel Sánchez Silva durante la presentación del libro "Tengo los óvulos contados".

La periodista Raquel Sánchez Silva durante la presentación del libro "Tengo los óvulos contados". / Kiko Huesca / EFE

Laura Fa

Los padres de Mario Biondo, el marido de Raquel Sánchez Silva que fue hallado sin vida en su domicilio en mayo de 2013, han estado en Barcelona. Organizaron el jueves una rueda de prensa para explicar que presentarán un incidente de nulidad ante la Audiencia Provincial de Madrid por presunta vulneración del derecho de la tutela judicial, con el objetivo de llegar al Tribunal Constitucional y así poder reabrir la causa y "aportar pruebas" que permitan esclarecer los hechos. Ellos sostienen desde el primer día que su hijo fue asesinado y no han dejado ni un solo día de luchar por demostrarlo.

Raquel Sánchez Silva vivió ese 30 de mayo una de las experiencias más duras de su vida: la muerte de su marido. Ella cerró ese capítulo e intentó seguir adelante. Pero le ha sido prácticamente imposible. Se convirtió en foco de todas las miradas y lo que empezó como un proceso judicial se transformó con el tiempo en un juicio mediático y moral, en el que Raquel fue convertida en el centro de un relato plagado de sospechas, prejuicios y lecturas machistas. Durante más de una década, la presentadora ha sido objeto de teorías, rumores y titulares que no se apoyan en pruebas, sino en interpretaciones de su comportamiento. Su silencio y el distanciamiento de los padres de Mario ha sido considerado una forma de ocultamiento; su serenidad, una muestra de frialdad; su decisión de sonreír y seguir trabajando, una falta de respeto. En el relato público se instaló la figura de la “viuda culpable”: una mujer que, según ciertos sectores, principalmente el de los padres, debería haber demostrado su dolor con gestos visibles y permanentes para resultar creíble.

Raquel Sánchez Silva y su marido Mario Biondo.

Raquel Sánchez Silva y su marido Mario Biondo. / EUROPA PRESS / Europa Press

A Raquel se le ha reprochado cualquier actitud vital. Su vuelta a la televisión fue leída como oportunismo; sus vacaciones en Formentera, como frivolidad. Cuando tiempo después rehízo su vida con una nueva pareja, los titulares no celebraron su estabilidad, sino que la contrapusieron al dolor de los padres de Mario: “Raquel Sánchez Silva, feliz junto a su nueva pareja, mientras la familia de Biondo sigue pidiendo justicia”. De fondo, la misma idea: que la alegría femenina es indecente cuando no responde a las expectativas del duelo que se admite como correcto.

En paralelo, las redes sociales amplificaron la hostilidad. Raquel ha denunciado acoso, insultos y campañas de odio en las que se la ha responsabilizado moralmente de una muerte que para ella también era una desgracia. Tuvo incluso que demandar a los padres de su entonces marido por acoso y difamación y ganó. Tuvieron que pagarle 3.000 euros y respetar una orden de alejamiento. Las Mamarazzis empatizamos con el dolor de los padres, obviamente, pero nada justifica el hostigamiento a una mujer a la que, una vez más, le ha pesado el silencio. Que nadie piense que si hubiera hablado las cosas le habrían salido mejor. Su caso muestra hasta qué punto el escrutinio mediático hacia las mujeres sigue condicionado por el machismo: si llora, se victimiza; si calla, esconde algo; si sonríe, no sufre lo suficiente.

El caso Biondo ha terminado siendo mucho más que una tragedia personal. Es un espejo del doble rasero con el que aún se juzga el comportamiento femenino. A Raquel no se la ha valorado por los hechos (nunca ha estado investigada, no ha sido sospechosa) sino por no ajustarse al papel que la sociedad espera de una viuda: discreta, dependiente, dolida en público y sin derecho a la reconstrucción emocional. Nosotras, ante este giro de guion solo esperamos que, con ella también, por fin se haga justicia.

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