800 “burras” listas para el verano

Cientos de personas disfrutan de la tradición milenaria en el curro de Torroña

Los caballos reunidos en el curro de Torroña, ayer.   | // A.M.

Los caballos reunidos en el curro de Torroña, ayer. | // A.M. / N.P.

N.P.

La manada de A Groba, la más grande de caballos salvajes de Europa, sigue en peligro de extinción. En apenas unas décadas ha caído a la mitad y se ha quedado en algo más de un millar de ejemplares que sobreviven gracias a la labor desinteresada de sus propietarios, familias que aman una tradición –la de la cría de ganado en libertad para aprovechar la carne, pero también para mantener los espacios forestales limpios de maleza– que heredaron de sus padres, y estos de los suyos... y así hasta hace miles de años, como atestiguan numerosos petroglifos de la Edad de Bronce en el entorno. Ochocientos de esos garranos que habitan en los montes que sirven de frontera entre las comarcas del Val Miñor y el Baixo Miño fueron reunidos ayer en el curro de Torroña, el segundo de la temporada, ante cientos de espectadores.

El rastreo arrancó con las primeras luces del día. Los ganaderos salieron al monte para atraer las “burras” hacia el curro con el objetivo de prepararlas para el verano. Seiscientos adultos y 200 potros entraron en el recinto y llegaba el momento de recuperar fuerzas con una buena ración de pulpo o de churrasco, como una romería en condiciones.

De vuelta al curro, comenzaba el espectáculo del ancestral cuerpo a cuerpo entre el hombre y la “besta”. Ese que carga de épica la captura de los caballos para someterlos al ritual de sanidad animal de costumbre: cortado de crines, desparasitación y marcado a fuego y colocación de microchip a los nuevos ejemplares.