Desde su estreno, la serie de Netflix Los Bridgerton se ha convertido en un auténtico fenómeno popular. Al principio se destacó su apuesta por la diversidad racial en una ficción de época dentro de la encorsetada alta sociedad británica. Pero lo que de verdad ha enganchado a la audiencia, además de conocer la identidad de la misteriosa Lady Whistledown, es algo mucho más básico: la química entre el Duque de Hastings y Daphne Bridgerton y las intrigas que se generan a su alrededor, sus miraditas en las fiestas, sus roces disimulados y su posterior eclosión sexual en escenas de alto voltaje erótico festivo.

Quien haya visto la serie sabrá que nunca una marcha atrás ha generado tanta tensión argumental. ¿Y quién ha sido el responsable de todos estos buenos momentos? Regé-Jean Page, alias Simon Basset, un personaje con un punto canalla, pero también atormentado y romántico. Una versión contemporánea del Mr. Darcy de Orgullo y prejuicio.

Las series de Shonda Rhimes (“Anatomía de Grey”) siempre se han caracterizado por descubrir nuevos talentos. Los Bridgerton está llena de apuestas en este sentido. La mayoría de los protagonistas son rostros poco conocidos por la audiencia, ya tengan más o menos trayectoria a sus espaldas. Por eso la irrupción de Regé-Jean Page ha causado tanto impacto. Su personaje está hecho a la medida de las circunstancias: apuesto, misterioso, fogoso y dispuesto a quitarse la camiseta y enseñar sus pectorales a la primera de cambio. El Duque de Hastings ha conseguido generar un consenso en su consideración de sex-symbol casi de manera inmediata. Pero ¿quién es Regé-Jean Page?

Está a punto de cumplir 33 años, se crió en Zimbabue hasta los 14, donde su madre ejercía de enfermera (su padre era un predicador inglés) y tiene tres hermanos, mestizos como él. Cuando se trasladó a Londres a vivir con su familia se convirtió en un adolescente inadaptado, no lograba encajar y la música y la interpretación se convirtieron en sus tablas de salvación. Montó un grupo punk, pero más importante fue su matriculación en la British National Youth Theatre mientras estudiaba ingeniería de sonido.

Al principio, para él actuar era solo un hobby, pero en la escuela le enseñaron disciplina y a disfrutar realmente con lo que hacía. Después de dos años de audiciones, fue aceptado en el Drama Centre de Londres, de donde han salido nombres como los de Paul Bettany, Tom Hardy o Michael Fassbender. Sus primeros años en África le sirvieron para tomar conciencia de cuál era su posición en el mundo y la complejidad del concepto de identidad, algo que se intensificó cuando se trasladó a vivir al Reino Unido.

“Me resultó muy útil crecer en los márgenes del mundo porque me hizo más observador a la hora de darme cuenta de las injusticias y desigualdades. Sabes perfectamente que no eres el centro del universo”, declaró a la revista Interview en el año 2016.

Su primer trabajo como actor fue en la obra “The History Boys” y a partir del 2005 comenzó a tener pequeños papeles en series de televisión hasta que consiguió un personaje recurrente en Waterloo Road, un drama escolar de la BBC. Poco después llegaría la miniserie Raíces, adaptación de la novela de Alex Haley, en la que encarnó a Chicken George.

Fue entonces cuando captó la atención de Rhimes, que lo fichó para “For The People” (2017)… Y ahí empezó todo. En menos de un mes, Page ha alcanzado una fama planetaria (en Instagram ha pasado de 20.000 seguidores a más de 3,5 millones) e incluso se ha situado en las quinielas para convertirse en el nuevo James Bond. Sería el primer 007 negro y seguramente revitalizaría la saga con su carisma, su sonrisa, su mirada intensa y sus pectorales.

Pero Regé-Jean Page no es un sex-symbol a la antigua usanza. Es un joven dispuesto a discutir sobre los caducos roles de masculinidad y cuestionarlos desde su papel del Duque de Hastings. En ese sentido valora su vulnerabilidad, sus dudas, su arco de redención y cómo es finalmente la mujer la que toma las riendas de la relación sintiéndose empoderada. Apoya causas como el Black Lives Matters y quiere romper con los estereotipos, “con los límites de lo que se considera normal y acabar con las etiquetas: gay, heterosexual, moreno, blanco”.