Muere Erik el Belga, una leyenda del robo de obras de arte y falsificación

Residente en la Costa del Sol, ayudó al Lute en una fuga, se casó varias veces y se calcula que perpetró hasta 600 expolios

Rene Alphonse Ghislain, más conocido como Erik el Belga.

Rene Alphonse Ghislain, más conocido como Erik el Belga. / // FdV

José Antonio Sau

Cuando en julio de 2011 las autoridades eclesiásticas se dieron cuenta de que faltaba el Códice Calixtino en la Catedral de Santiago, la policía se acercó hasta una casa malagueña de El Palo para preguntarle a su morador si sabía algo del asunto. No se sintió molesto por la visita. Al contrario, estaba "encantado de ayudar". Ayer, ese ilustre vecino de la barriada paleña falleció a los 81 años después de pasar por quirófano hace unos días y sufrir un infarto tras la intervención.

Se llamaba René Alphonse Van den Berghe, aunque el mundo entero le conocía como Erik el Belga, uno de los mayores expertos internacionales en el tráfico ilegal de obras de arte, lo que viene siendo la forma eufemística de hablar de un ladrón de guante blanco, y un reconocido falsificador de cuadros.

Llevaba 35 años en Málaga, estaba casado con una abogada de la ciudad y era habitual verle pintando junto al Paseo Marítimo de El Palo. Se casó varias veces, tuvo cinco hijos de diferentes mujeres y se le atribuía el robo de más de seiscientas obras de arte en unos seis años, actuando en 11 países, algo que él calificaba de imposible.

En agosto de 1993 se da cuenta de su detención en Málaga, tras más de una década en busca y captura por orden de las autoridades de su país, debido a su presunta implicación en el robo de 26 esmaltes del Museo de Limoges (Francia). El robo se produjo en 1980, pero los investigadores indicaron que también había participado en el robo de numerosas obras de arte en iglesias y museos de España.

Así, en 1982 fue detenido en Barcelona en una operación que permitió recuperar gran cantidad de obras de arte en diversos países de Europa Occidental, entre ellas el preciado retablo de la Iglesia de Betanzos (La Coruña). Los agentes encontraron objetos de más de cuarenta iglesias, ermitas o museos de hasta cuatro comunidades.

Llegó a asegurar que entre mil y dos mil obras de arte están hoy en museos y colecciones privadas gracias a él y reconocía que operaba en España desde finales de los sesenta, cuando la protección al patrimonio histórico-artístico no le preocupaba a nadie. Decía que eran los propios curas los que comercializaban las piezas. Fue monaguillo, colaboró en una legendaria escapada carcelaria de "El Lute" y llegó a autodenominarse como "el ladrón más famoso del mundo".

Erik el Belga era socarrón, irónico y amable. Y en su barrio lo apreciaban. También falsificaba obras de arte, algo que consideraba incluso más difícil que robar, porque es complicado ejecutar una copia casi exacta de la pintura de cualquier maestro. Llegó a pintar para Jesús Gil y aseguraba que muchos coleccionistas le compraban arte en Marbella.

En los últimos años seguía viviendo de las ganancias de sus expolios patrimoniales (cuyo dinero, decía, fue directo al Vaticano durante años) y de lo que pintaba. No le interesaba ser honrado ni parecerlo, pero su redención, si es que las leyendas del robo de obras de arte pueden redimirse, la encontró en El Palo.

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