Cuando Zacarías Fievet recibió la llamada de El Terrat (The Mediapro Studio) para ser el protagonista del programa "Entre ovejas" pronunció un rotundo no. No quería perder su anonimato como pastor de alta montaña, ni acercarse a la manipulación de los medios. Pero la reflexión en la soledad de su Valle de Benasque le hizo recapacitar. Sería una oportunidad para reivindicar la ganadería extensiva, la trashumancia, la figura de los pastores y la recuperación del mundo rural. RTVE ha emitido durante este abril de pandemia los seis programas de esta serie en la que Zacarías ha lidiado con un rebaño de 1.300 ovejas y con doce famosos urbanitas como Verónica Forqué, Baltasar Garzón, Antonia Dell'Atte, Andreu Buenafuente, Mariló Montero, Anabel Alonso o Xuso Jones, a los que ha conquistado con su naturalidad y su discurso sabio de un joven diferente de 23 años.

-¿Dónde ha pasado el confinamiento?

-En el Valle de Benasque, en un pueblecito a 1.400 metros de altitud donde vivo y trabajo con un ganadero y con mis ovejas propias. He empezado un proyecto nuevo, criando ganado de forma natural, sin piensos ni antibióticos. No es que haya cambiado mucho con el encierro. Aquí se vive muy tranquilo y con poca vida social.

-No hay cuarentena que valga para sus ovejas. Hay que pastar todos los días.

-Los animales no sufren nada, no se enteran. Nos han dejado hacer el trabajo, aunque hemos sufrido el efecto de la crisis. El valor de la carne ha bajado. Nos ha afectado a todos y no sabemos por qué lo ha hecho. Si por los intermediarios, por la exportación, porque la restauración ha estado parada y se ha podido sacar menos producto. A los pequeños ganaderos, que vamos un poco más al día, si que ha llegado a afectar.

-Pues el sector ya estaba en crisis.

-El problema es que se hace una mala gestión con respecto al mundo rural con la concesión de subvenciones. Lo que parece una ayuda es realmente un problema. Aunque nos den ese dinero, la razón es para que el consumidor pueda optar al producto a un buen precio, porque con los gastos que conlleva cuidar a los corderos nosotros nos quedamos a cero ingresos. Las subvenciones son nuestro sueldo, por lo que estamos controlados por las condiciones que piden para otorgarlas. Así que no somos libres de poder hacer las cosas cómo se hacían antes.

-Ha confesado que desde los catorce años no ve la tele. Incluso apenas conocía a los famosos que acudieron al programa, algo que hasta mosqueó a Agatha Ruiz de la Prada. ¿No es una paradoja?

-Lo he visto en casa. No veo la tele porque creo que nuestra vida es nuestra propia película. La televisión te quita tu tiempo. Quiero vivir mi propia realidad y no la que me implantan otras personas. En el primer capítulo, aunque no salió, estábamos con Mariló Montero y le pregunté si todas las noticias que salían en la televisión eran veraces. Ella me preguntó que qué pensaba yo y le dije que no, que la televisión ayuda a llevarnos hacia donde unas personas quieren. Mariló asintió con la cabeza.

-En un principio no aceptó la propuesta, pero luego rectificó porque era una buena forma de mostrar su mundo. ¿Está contento con el resultado?

-Ha faltado mucho por mostrar, por decir. Yo he sido sincero y he enseñado todo lo que quería. Luego lo que se haya emitido no es cosa mía. Pero lo que ha salido es así, no se ha tergiversado nada. Sí creo que se ha reflejado la importancia que tiene la ganadería extensiva, los bienes que aporta al medio, el beneficio del pastoreo para la protección de incendios o de la alta calidad de la carne. Y la libertad para los animales y para las personas.

-Sorprende su soltura, su naturalidad, parece que había hecho entrevistas toda la vida.

-Pero al principio estaba como un flan. Pero cuando te pones a dirigir el rebaño y a hacer tu trabajo ya no tienes tiempo para ponerte nervioso. Lo hubiera estado si fuera en un plató, pero ellos son los que vinieron a mi mundo, lo que hizo que fuera más fácil de gestionar. Me planteé no ponerme máscaras. Yo soy así y al que no le guste, no puedo hacer nada.

-Sin máscaras y sin ropa. Al menos en las escenas de baño.

-Detrás de esos desnudos, que me han dicho mis amigos que si soy un exhibicionista, no solo hay una desnudez física, sino también del alma, de autenticidad, de mi persona. Me da igual ser flaco, yo soy así y así me muestro delante de las cámaras. Es un mensaje directo dentro de este mundo del postureo. Todos tenemos virtudes, todos tenemos defectos. Tenemos que aceptarlos, llegar a ello es la solución a un montón de problemas.

-¿Cómo le ha dado tiempo a llegar a ese concepto tan maduro con tan solo 23 años?

-Indagando en mi soledad, en mi persona. Viendo que al estar solos somos de una forma muy distinta a como somos en un colectivo, porque ahí nos dejamos llevar por las ideas y opiniones de los demás. No nos paramos a pensar qué es lo que realmente somos, qué es lo que realmente queremos. Estamos en completo despiste pensando en lo que deberíamos ser en vez de lo que somos y lo que queremos ser. Cuando llegas a esta comprensión, a esta aceptación, todo, incluidos todos los problemas, se convierte en más fácil de llevar, porque todo se supera y todo se puede llevar para adelante.

-Al final de cada capítulo cada invitado le escribía un mensaje de despedida y todos coincidieron en el impacto del encuentro.

-Sorprende que un chaval de 23 años en este siglo pueda estar en la montaña, que hasta yo lo hago, porque yo vengo también de estudiar en la ciudad. Sorprende que solo con un trozo de pan, con un poco de chorizo, con mis piernas y mis manos pueda ser inmensamente feliz. Porque en las ciudades y en la montaña no ponemos en valor las mismas cosas. Yo pongo en valor la naturaleza, el principio de la vida? porque hemos llegado a un punto en el que hemos establecido que cuanto más tenemos, más felices somos, pero eso no es cierto. Yo creo que de eso sí se han dado cuenta, que es un mensaje que llega alto y claro. Cuando bajas a la ciudad ves que la gente necesita cosas, necesidades que cuando nos damos cuenta que no las tenemos también podemos llegar a ser igual de felices. Porque todos buscamos eso, la felicidad, pero hallarla en estos aspectos físicos y materiales genera una angustia. Por eso yo creo que el bienestar no depende de lo que tengas, sino que procede de uno mismo. Yo he visto que cuanto menos tengo más capaz soy de llegar a mí, a mis momentos, mientras que cuanto más tengo, más difícil es estar a gusto conmigo. Estar solo es una oportunidad de escapar de este mundo y de estar vivo. Y realmente lo consigo.

-Melani Olivares y Mariló Montero dicen que por la noche escucharon osos y que usted estaba tan tranquilo. ¿Es un peligro real su regreso al Pirineo para los pastores?

-Es una convivencia difícil. Creo que todos los seres vivos tienen el mismo derecho a estar en el monte. Lo que no entiendo es por qué se reintroducen en un lugar donde ya no están. Ahora estos animales no están en peligro de extinción, pero lo que sí lo está es la ganadería extensiva. Es un problema para nuestro trabajo y para el beneficio que produce en el medio, la limpieza del monte y mantener a los animales en libertad.

-¿Y cuál es la solución?

-Para mí, los mastines y los pastores. El problema es que detrás está el turismo, del que vive un montón de gente en el Pirineo. Si juntas animales depredadores, ganadería extensiva y turismo? es inviable, por lo menos de momento. Yo no puedo estar con un rebaño con quince mastines, por si viene el oso, y rodeado de turistas. A los mastines les puedes educar, pero es un perro con instinto que decide cuál es la amenaza sobre las ovejas y responde. Se generan un montón de problemas. Hay que ver por dónde se quiere tirar para que todos podamos convivir. Porque no puedes estar tranquilo cuando vas por el monte con 4.000 ovejas. Es imposible estar a todo. Si en vez de tantas, pudiéramos ir con 500 o con tres pastores, pero la economía no lo hace posible.

-En Entre Ovejas se quejaban de la falta de comprensión de los veraneantes con su labor, incluso se percibió alguna escena de esta intolerancia.

-El turista tiene que ser consciente que cuando viene al monte hay personas que están en el día a día. Yo sé que cuando voy a la ciudad, si hay un semáforo en rojo tengo que pararme. También hay señales para el medio en el monte y el turista no sabe cómo comportarse porque no tiene esa información. Y no se respetan, como cuando vas con un rebaño y te encuentras con perros sueltos y les pides por favor que los aten y entonces te contestan que ates tú a los tuyos. ¿Cómo lo voy a hacer si estamos trabajando? Si en la ciudad yo me paso el semáforo en rojo, me multan. Quizá si se hiciera lo mismo en el monte no pasarían ciertas cosas.

-¿En qué cree que le puede cambiar la vida haber aparecido en televisión?

-Cambiarme como persona creo que no, pero sí que me va a abrir puertas, porque la visualización y la repercusión ha sido grande. Ha habido capítulos que nos han visto hasta 1.300.000 personas. Me han ofrecido nuevos proyectos y he podido cerrar algunas exposiciones que estaban pendientes. Veremos cómo va la cosa. Pero primero quiero contestar a todos los que me han escrito. Agradecer las felicitaciones y las críticas, que sorprendentemente, para lo que es el mundo de la televisión, han sido pocas.

-¿Propuestas? Eso suena a que le volveremos a ver en una pantalla? ¿o solo lo hallaremos en las veredas?

-De momento no he aceptado nada. Mi camino es la divulgación, la educación, la participación y la ayuda al medio rural, que es lo que necesitamos con proyectos nuevos, resucitar pueblos que están casi muertos. Se necesita gente con ganas y así compensar el gran abandono que ha habido. No digo que haya que irse de las ciudades, pero sí conseguir un mejor equilibrio donde, creo, reside la clave.