La sargento pontevedresa Marta, la teniente médico alicantina Elena y la teniente sevillana destinada en Ferrol, Belén, son tres de las 284 mujeres desplegadas en el exterior. La primera en África (Mali), la segunda en Asia (Irak) y la tercera surcando el mar Mediterráneo. Las tres se han estrenado este año en una misión, su sueño como militares, y esperan que estas operaciones tengan cada vez más presencia femenina.

Un 10% de los militares en misiones son mujeres, un porcentaje algo menor del 13% de todas las Fuerzas Armadas. Según datos del Estado Mayor de la Defensa (EMAD), más de la mitad de las desplegadas a finales de este año, 152, pertenecen a los dos empleos más bajos del Ejército, soldado y cabo, mientras que solo 39 están en alguno de los seis rangos del escalafón de oficiales. Su evolución ha pasado de las 601 mujeres desplegadas en el exterior en 2013, primer año con cifras, a las 869 de 2018.

La sargento Marta García Cacabelos espera sonriente junto al cine de la base maliense de Koulikoro, una especie de cabaña redonda donde los militares españoles y de la veintena más de países que forman parte de la misión de la UE se reúnen para olvidarse de los problemas del día. Hace 35 grados, pero Marta no parece notar el calor.

Un pelotón a su cargo

Esta pontevedresa de 36 años destinada en Las Palmas lleva ya seis meses en Koulikoro y en dos días vuelve a casa de su primera misión, donde ha tenido a su cargo un pelotón de siete soldados. Son parte de la llamada Fuerza de Protección, es decir, los que protegen la base y a los instructores que salen para adiestrar al Ejército de Mali. Su función es la más peligrosa, son los soldados que responden primero ante cualquier ataque. Solo hay 3 mujeres más en la Fuerza de Protección. Ocho en toda la misión, que cuenta con 280 españoles. "Siempre que hablamos de infantería es más duro que otras áreas y las mujeres escasean más, pero yo estudié para ello y no dudé en ningún momento en plantearme este trabajo. Me gusta", explica. Marta lleva once años en el Ejército y estar rodeada de hombres es algo que da por descontado. "Al final te acostumbras, solo tienes que hacerte respetar. Para mi eso nunca fue ningún inconveniente. Desde el primer día hay que dejar claras las cosas y ya está", resume para añadir que seguramente su carácter fuerte jugó a su favor.

No se lo pensó cuando le propusieron irse a Mali, una experiencia "inolvidable" que recomienda porque, entre otras cosas, te transforma.

"Mi manera de pensar al estar aquí cambió. Terminas valorando muchas cosas que en nuestro país no les damos importancia. Un simple café, cualquier detalle", dice intentando transmitir lo que ha ido aprendiendo en un país con una esperanza de vida de 58 años y casi la mitad de la población bajo el ratio de pobreza. Se queda con esos momentos junto a la población local, cuando se acercan a darles ropa, comida o material escolar: "Los niños se conforman con muy poco, les das una botella de agua y entre cuatro o cinco la reparten. Aquí aprecian cualquier mínimo detalle un montón".

Y es entonces cuando ve la utilidad de ser mujer. "Las mujeres y las niñas se acercaban mucho a nosotras, es como que nos buscaban. Yo creo que es necesario que haya mujeres en la misión, más que nada por ese tipo de cosas, que les das más confianza a ellas, que se sueltan más".

La base Gran Capitán está en uno de los países más inestables del mundo: Irak. Allí trabaja de médico la teniente Elena Alfaro García, una alicantina de Elche de 26 años que también se estrena en las misiones. En el país asiático hay 550 militares españoles, 36 de ellos mujeres como Elena, que confiesa que tenía "muchas ganas" de salir fuera a vivir "una experiencia personal y profesional como esta". Tiene claro que dar estabilidad a Irak es dar seguridad a España y, aunque aún no ha tenido que atender a nadie, dice estar preparada. Para Elena, ser hombre o mujer no supone ninguna diferencia en las Fuerzas Armadas.

"No considero que haya una forma diferente de realizar las cosas. Somos todas profesionales y el hecho de que un puesto en concreto lo desempeñe un hombre o una mujer es indiferente", dice esta médico destinada en Bétera (Valencia). "A nosotras al final nos respetan como militares que somos".

Que cada vez haya más presencia femenina en el Ejército es, para Elena, una buena noticia y una tendencia imparable. "Las mujeres estamos remontando exponencialmente", señala. ¿Lo más duro? Estar separada de su familia y no poder volver a España en Navidad. ¿Lo bueno? "Tenemos una red wifi que funciona bastante bien y nos permite comunicarnos casi a diario con ellos".

La teniente Belén Ortiz pertenece a la Marina. A sus 33 años, esta sevillana lleva cinco en la Fuerzas Armadas, destinada ahora en Ferrol. Atiende desde el buque Patiño, integrado en la OTAN dentro de su fuerza de control del Mediterráneo. Su misión dentro de la misión: controlar la intendencia del barco y también labores de comunicación. Desde Creta, recuerda con claridad que el Patiño zarpó de Galicia el 4 de septiembre. Y es que participar en una operación es lo que le impulsó a meterse en el Ejército.

El mes que lleva embarcada de los dos y medio que dura su despliegue ya le ha merecido la pena. "El aprendizaje es continuo: salir, conocer nuevos lugares y ofrecer apoyo y ayuda... Te hace crecer como persona, además de la convivencia con los compañeros".