Sara Baras, gaditana de San Fernando de 48 años, comenzó hace más de 30 su andadura por los escenarios del mundo. Es bailaora, coreógrafa flamenca española, y directora de su compañía de baile. También madre de un chaval nacido en 2011. Ahora está de gira por todo el país con su espectáculo "Sombras".

-¿Qué son las "Sombras" de Sara Baras?

-Es un viaje a través del tiempo, de los colores, del silencio y del bullicio, de la multitud y de la soledad, de la luz y de las sombras. Esas sombras que nos persiguen o que nos acompañan no dejarán de asombrarnos, de sorprendernos. Con "Sombras" llevamos un par de años muy intensos y, realmente, es un gusto, un regalo. "Sombras" es un espectáculo muy positivo, con una energía muy bonita, con el que celebramos los veinte años de compañía.Tiene energía, alegría y profundidad, pero no tristeza, porque es una celebración.

-¿El flamenco es un arte de luces o de sombras?

-Soy una persona bastante positiva, y aunque mi espectáculo se llame "Sombras" es por todo lo positivo del significado de esta palabra. Yo creo que el flamenco vive un momento muy bonito. Yo soy una enamorada de los maestros, y llevamos un tiempo que hemos perdido a muchos maestros de una generación fantástica que nos han marcado a todos, y eso da pena, pero también impulso para seguir porque nos han inculcado esa lucha por el respeto y el valor que tiene este arte.

-¿A quién llama maestro?

-A Paco de Lucía, mi favorito? A Camarón, Antonio Gades, Enrique Morente, Carmen Amaya? Una generación bestial de artistas. Farruco también. A los que he nombrado he tenido la suerte de conocerlos, de recibir sus consejos.

-¿Qué le aconsejó Paco de Lucía?

-Paco de Lucía me enseñó que nada se consigue sin trabajo. Me enseñó a respetar la tradición, a estudiar desde la base pero también a sentirme libre y a expresarme desde el corazón. En el flamenco es importante demostrar la personalidad, es un arte que no entiende de fronteras, que va directo al corazón, que no entiende de idiomas. En el flamenco la técnica es muy importante, pero una vez que se domina esa técnica hay que dejarse llevar por el corazón y llegar con algo al público, con la verdad.

-Lleva casi toda su vida sobre los escenarios. ¿Qué queda de aquella cría que empezó a taconear en Cádiz?

-Miro atrás y hay cosas que mantengo, y me llama la atención. La ilusión por lo que hago, por ejemplo, no ha cambiado. Después de las funciones y de los años que llevamos podría haberlo perdido, pero es la misma o más. La curiosidad y las ganas de aprender siguen también intactas, y eso se lo debo a mis padres, que me ofrecieron una educación muy bonita respetando el arte y siendo agradecidos. Y yo no paro de dar las gracias a la cantidad de personas que me ayudan.

-¿Un reto?

-¡En este sentido parece que tampoco han pasado los años! Tengo un montón de cosas pendientes por hacer. Pero si hablamos de hablamos de retos, yo soy madrina de la asociación "Mi princesa Rett". Ayudar a estas personas es algo que, para mí, sí es un reto: que la investigación no pare nunca.

-Artista, empresaria, madre, ¿cómo hace para compaginarlo?

-Este es un trabajo en equipo y yo cuento con un equipo que es como una gran familia, en el que además tengo a familia de sangre. Este equipo siempre me ayuda y con él todo es más fácil. Tengo también a la mejor familia que me podía haber tocado y entre todos logramos sacar adelante la parte empresarial, la de artista y, por supuesto, la de madre. Mis padres son dos soles, además están estupendos, y eso me facilita las cosas.

-¿Su hijo seguirá su pisadas en los escenarios?

-Mi hijo no baila, pero sí valora mucho el mundo del teatro que a mí me parece tan mágico y tan bonito. Valora muchísimo a los profesionales trabajan en un teatro y tan pronto se va un día con los de las luches como con los de vestuarios o con los que cargan un camión. Eso tiene magia para él, le hace soñar y ser muy creativo.