En "Madame X", primer disco en cuatro años de Madonna, la "reina del pop" entrega uno de los discos más arduamente trabajados de su carrera a la búsqueda de una libertad que se traduzca tanto en unas fórmulas musicales inéditas para ella como en una suerte de mensaje político para el mundo. Será hoy cuando se publique en todo el mundo el decimocuarto álbum de estudio de su carrera, aunque las trece canciones que componen su edición estándar corretean filtradas desde hace días por internet, para no fallar a la nefasta tradición que persigue a esta artista.

De sus primeras escuchas y de la acogida popular de los primeros anticipos lanzados al mercado de manera oficial se infiere que "Madame X" no contiene ningún trallazo que vaya a asaltar las listas de ventas copadas por el reguetón, uno de los muchos estilos que asimila el álbum, pero esa mezcla de géneros, lejos de condenarlo, hace de este uno de sus trabajos más redondos.

Más allá de la incorporación doble de Maluma o Anitta no se percibe aquí tan a las claras como en el pasado un ejercicio impostado y desesperado por resultar más moderna que nadie o por extraer algo de las energías de estrellas jóvenes más exitosas comercialmente.

Madonna, que en la portada del disco aparece imbuida por la estética de Frida Kahlo y con la boca cosida por el título del álbum, cuenta que fue así, Madame X, como la llamó su profesora de baile cuando tenía 19 años: "Cada día vienes a la escuela y no te reconozco. Cada día cambias tu identidad. Eres un misterio para mí". Y ahí permanece, 40 años después, viva, enigmática y libre.