Los vecinos de O Corgo, en Lugo, pueden estar satisfechos. Una de sus habitantes, Benedicta Sánchez, brillaba en la alfombra roja del Festival de Cannes ayer como protagonista del último filme de Óliver Laxe, "O que arde", el primero rodado en gallego que compite en el certamen. La mujer, de 81 años de edad, llena de fuerza y espontaneidad, arrancó un baile tradicional gallego de sus piernas ante las cámaras que siguieron al equipo en el photocall.

Su compañero de reparto, el también lucense Amador Arias (de A Fonsagrada) trataba de mostrarse más contenido, aunque la satisfacción de ambos y del realizador no se podía ocultar ante la ovación que recibieron tras la primera proyeccción de la película.

"Estamos encantados por las expectativas del filme", explicaba a FARO a última hora de la tarde de ayer Amador Arias a través del móvil. "La película gustó mucho y, de camino al hotel, mucha gente me paraba para decirme en inglés 'congratulations'", añadía.

La ovación "de tres minutos o más" sonrojó a Arias y lanzó a su compañera de reparto a fundirse en un abrazo inesperado con Óliver Laxe, que se mostraba cohibido en la sala tras la primera proyección y que respondió posándole un beso en el pelo.

Por la tarde, el sueño prosiguió vestidos de etiqueta sobre la alfombra, la misma por la que circularon Tarantino y sus muchachos que también estrenaban filme ayer.

Mientras el público descubría la película de Tarantino, la radio del Festival de Cannes realizaba una entrevista a Laxe sobre "O que arde", una historia rodada en Os Ancares sobre un hombre (Amador) que regresa a su casa con su madre tras cumplir condena por incendiar el monte, un hombre que ama y destruye porque sufre.

"El cine debe ser misterioso", respondía Laxe. Para él, "la mejor forma de ser claro con el espectador es siendo oscuro, ambiguo," para "hacer penetrar en él las imágenes". Porque Óliver Laxe está convencido de que cuando se transmite un mensaje claro en el cine, este no entra en el corazón. Y, precisamente, lo que pretende él es atravesarlo.

Su nueva entrega cinematográfica se fija en diversos temas, entre ellos, los incendios forestales que él calificó de "holocausto" detrás del que hay diversas razones. Algunas son políticas, como la plantación de eucaliptos, que tildó de "plaga" .

Laxe habló del camino seguido en el filme, fuera de la vía fácil. Para empezar, optó por actores no profesionales que encontró en un casting. "Tuve mucha suerte. Benedicta tiene 81 años y es increíble. Tiene una energía muy fuerte; en el rodaje, tuvimos que controlar esa energía. Y hoy (por ayer) ya vistéis cómo bailó en el photocall", señaló.

Respecto a Amador, dijo que "tiene una cicatriz espiritual en su cara; es sensible, misterioso". Arias, por su parte, recordaba su visión de Óliver:"En el rodaje, era el primero en levantarse. Todo estaba estudiado y hablado, todo el mundo sabía qué hacer. Fue un rodaje tranquilo, sin nervios, sin gritos. Óliver transmite muy bien, con su voz y su mirada penetra en las personas. Llena todo", rememoró.

La compenetración realizador-actores esté anclada en el pasado familiar del cineasta: sus abuelos de Os Ancares que, cuando era niño, lo esperaban en el valle junto a su familia emigrada en París para subir las maletas al burro y llevarlos a la casa de la montaña. Sus abuelos le enseñaron que "el hombre orbita alrededor de la naturaleza, que lo pone en su lugar". Por eso, ha querido en el filme "transmitir esa sumisión de la gente que es libre acepando que es esclava" de lo natural.