El 2 de febrero, María Eugenia Mariño celebró el décimo aniversario del día en que, prácticamente, volvió a nacer. En 2009 esta camionera gallega sufrió un gravísimo accidente en la carretera de Cala Salada, en Ibiza, que estuvo a punto de costarle la vida. Perdió su pierna izquierda, pero tras dos meses en la UCI (uno de ellos en coma) y cuatro hospitalizada, recibió el alta dispuesta a disfrutar de su segunda vida.

La vida de María Eugenia Mariño cambió por completo el 2 de febrero de 2009. Ella, sin embargo, no sería consciente hasta un mes más tarde, cuando despertó del coma en la UCI de la Policlínica Nuestra Señora del Rosario, en Ibiza. Sin su pierna izquierda.

Esta arousana afrontaba con su alegría habitual su jornada laboral como camionera. Era el trabajo de sus sueños -"las demás niñas querían ser peluqueras, yo siempre quise ser camionera", indica- y lo consiguió en Ibiza, a donde se mudó en 2007 con su marido, al que habían destinado a la isla, y su hijo Javier. En Galicia lo de ser mujer le había complicado encontrar trabajo en el mundo del camión, por eso, recuerda, le sorprendió que, tras dejar su currículum, la llamaran para ofrecerle trabajo llevando un camión cisterna con el que distribuía gas. El 21 de enero de 2008 empezaba a trabajar. "Me levantaba a las cinco y media de la mañana, pero era muy feliz", explica Eugenia desde Vilanova de Arousa, donde reside ahora.

Así, contenta, volvía el 2 de febrero de hace diez años de llevar gas a una casa por el camino ibicenco de Cala Salada. "Venía otro camión de frente así que me aparté un poco. Al ir a continuar, el camión, que ya había avisado varias veces que no funcionaba correctamente, se había bloqueado, bajé para ver qué le pasaba y lo siguiente que recuerdo es despertarme en la UCI. Los médicos me han dicho que cuando sufres un trauma tu cerebro borra lo peor. Aún hoy intento recordar, pero no lo consigo", relata. El camión la arrolló.

Cuando abrió los ojos, después de pasar un mes en coma inducido lo primero que vio fue la cara de una enfermera que le hablaba con una sorprendente familiaridad. "Ella llevaba un mes conmigo, era yo la que la veía por primera vez", justifica, riendo, Eugenia, que señala que entre la morfina y el resto de medicamentos aún tardó quince días en ser plenamente consciente de su situación. Eso sí, asegura que, cuando despertó, ya sabía que le habían cortado la pierna izquierda. "El camión me pasó por encima", indica. Primero le cortaron la pierna por debajo de la rodilla, pero tenía el fémur destrozado y la gangrena bastante extendida, así que decidieron cortar por la cadera con la esperanza de salvarla. "También tuvieron que extirparme el riñón porque la uretra estaba desgarrada", detalla Eugenia, que señala que durante el tiempo que estuvo en la UCI (un mes en coma inducido y otro mes despierta) la sometieron a diez operaciones. "Durante el primer mes realmente no sabían qué pasaría cada día. Tenía muchas más probabilidades de morir que de seguir viva. ¿Cómo le explicas eso a un niño de nueve años?", se pregunta, en alusión a su hijo, entonces de esa edad.

Las operaciones no se interrumpieron al llegar a planta, donde le quedaban aún cuatro meses de hospitalización. "Me tuvieron que operar otra vez. Del muñón", recuerda. No podía sentarse. Ni siquiera incorporarse levemente. "Nada ha sido fácil en estos diez años", reflexiona. Tras más de dos meses tumbada, se mareaba cada vez que trataba de incorporarse.

Lo que no se esperaba es lo que le ocurrió poco después, la primera vez que, ya en silla de ruedas, acudió a rehabilitación. "La sala en la que se realizan las sesiones está en otro edificio, fuera del hospital, al lado. Mi madre empujaba la silla y, al cruzar la plaza que hay entre los dos edificios, pasó una ambulancia y una de sus ruedas quedó frente a mi silla", explica. Tuvo un ataque de ansiedad. Ella y su madre regresaron a la clínica y fue incapaz de volver a cruzar la puerta. "No lo entendía. Había visto camiones y coches en la televisión y no me habían afectado, pero al ver la rueda ahí, delante de mí...", recuerda.

Casi peor que esos momentos de ansiedad fueron, cuando consiguió salir de nuevo a la calle, las miradas de la gente: "Llevaba meses en mi burbuja, rodeada de mi familia y del personal. Todos me miraban como a una persona normal, que es lo que soy, pero la gente...". Ahora, afirma, ha aprendido a no dar importancia a esas miradas dirigidas a la pierna que ya no tiene. De hecho, ya de regreso en Galicia, asegura que una clínica especialista en ortopedia se desvivió por encontrar una prótesis para ella. Pero fue imposible. Por el corte, a la altura de la cadera, y por la falta de tejido en la nalga. Un cirujano plástico de Pontevedra le hizo "una pseudonalga" para ver si era posible anclar la prótesis. "Pero al no haber movimiento acababa habiendo una pérdida muscular", concluye.

La fecha en la que recibió el alta la tiene grabada: 28 de julio de 2009. El día siguiente regresaba a Galicia acompañada de su madre. Ella y su hijo se instalaron en casa de sus padres, que tuvieron que adaptar el baño para su silla de ruedas. Vive con su marido y su hijo, que ahora tiene 19 años en un pueblo cercano al de sus padres. "En casa soy la más fuerte de todos. Disfruto de la vida", concluye, riéndose.