La religión "organizada en corporaciones" es, a juicio de la directora de cine Isabel Coixet, "una de las grandes lacras de la humanidad", a propósito de la historia que la cineasta cuenta en "Elisa y Marcela", el filme con el que compite en la Berlinale por el Oso de Oro y en el que narra la historia de dos maestras gallegas que en 1901 lograron casarse por la Iglesia al disfrazarse una de ellas de hombre. "Yo creo que la espiritualidad no tiene que estar organizada", asegura Coixet.

Esa historia permite a la catalana difundir el primer caso de matrimonio religioso entre dos mujeres que se conoce en la historia de España y que la directora, como se afirma al final de la cinta, destaca que nunca fue anulado por la Iglesia católica.

"Elisa y Marcela", interpretada en sus papeles principales por Greta Fernández (como Marcela) y Natalia de Molina (Elisa) retrata el flechazo entre ambas en su primer día de escuela y cómo combaten la oposición del pequeño mundo en el que se mueven. Las protagonistas del relato, basado en una historia real, se casan en ceremonia religiosa en 1901 sin que el sacerdote que la oficia detecte el engaño, por el que ambas tendrán que sufrir posteriormente las consecuencias.

Coixet alude a la Iglesia en una entrevista en Berlín tras la exhibición del filme en el festival internacional de cine en el que compite por el máximo galardón en una producción de la plataforma Netflix que ha provocado polémica. "La película está en competición. A mí me parece que es que los obstáculos forman parte de la vida", dice tras un suspiro Coixet después de que el día del estreno en la Berlinale se conociera que un colectivo de exhibidores de cine alemán había exigido la exclusión de la cinta de la lucha por los premios. Y eso por haber participado esa productora en la realización del proyecto, para el que la directora había intentado obtener financiación durante una década, hasta que Netflix mostró interés. "Esto es mi vida, un largo y tortuoso camino, pero bueno. Yo creo que los caminos a veces difíciles al final lo que hacen es llevarte más lejos", comenta a propósito de la reacción de los exhibidores alemanes.

En los títulos finales de la cinta se recuerda que en España el matrimonio gay está reconocido desde 2005 y que en muchos países del mundo sin embargo es delito. "Muchas de las cosas que damos por sentadas en el primer mundo pues no lo son tanto y creo que la tolerancia, que uno se pueda casar con una mujer, con un hombre o con una planta, con un pulpo, es fundamental", afirma.

Hay que recordar -agrega- "que el mundo es complejo, que no hay fórmulas, que no hay estándares y creo que la tolerancia haría la vida de la gente mucho más fácil, al menos un problema menos, que ya hay bastantes".

Dice ya no saber qué decir cuando se le adjudican o retiran etiquetas a sus películas. "Es curioso porque yo me he pasado muchos años haciendo películas en inglés y entonces estás como: ¡ah! pero tu película es española pero es en inglés". "Ahora hago una película en español y la prensa gallega dice que las protagonistas no tienen acento gallego y la española no sé qué y... Hay un momento en que dices: oiga mire, yo soy un cineasta, yo voy a hacer películas y además gracias a dios o a no sé quién, yo sé que puedo hacer películas en cualquier país del mundo", indica.