| Dos helicópteros blancos con un rótulo del ejército de España aterrizaron ayer en el prado de un asilo de Cangas de Onís. En el primero, iba el rey Felipe y la infanta Sofía; en el segundo, la reina Letizia y la princesa Leonor. Los cuatro descendieron y se acercaron caminando hasta la puerta, donde saludaron a todos los que se agolpaban en las ventanas, acompañados de una cohorte de protocolo, seguridad y asistentes. Letizia y sus hijas entraron al recibidor de la residencia, donde aprovecharon para cambiarse de ropa , mientras el Rey, que mantuvo su traje, charlaba con las trabajadoras del asilo.

El Rey, según cuenta la directora, tomó la iniciativa y juntó a toda la plantilla para inmortalizar al grupo al completo, a las monjas y a algunos residentes que pudieron acercarse. El monarca pasó además al interior del asilo, donde estampó una dedicatoria en el libro de visitas. Sin embargo, no pudieron hacer lo mismo su esposa y sus hijas. Pasado un cuarto de hora tras la partida hacia Covadonga, "un guardaespaldas vino a recoger de nuevo el volumen para que lo pudiesen firmar", relata Díaz, quien por la tarde recibiría de regreso el preciado ejemplar. "Sólo queda que nos visite el Papa", comenta para despedirse la directora del asilo entre risas.