Miles de eurofanes tomaron ayer las calles de Lisboa para disfrutar de la celebración de la 63.ª edición del Festival de Eurovisión. Una colorista multitud llegada de todo el continente, con los aficionados portando banderas de sus respectivos países y fotografías de sus representantes. Eurovisión es ya mucho más que un simple festival. Cada año, allá donde va, extiende sus alas y despliega un sinfín de actividades para hacer las delicias de todos los seguidores que se desplazan para vivir en directo el concurso más popular del continente.

En Lisboa, el centro de reunión era la "Eurovision Village", un espacio gratuito y abierto instalado en la plaza del Comercio, con un gran abanico de actividades y espectáculos pensados para los miles de eurofanes llegados de decenas de países. Además, en el recinto se instalaron pantallas gigantes en las que los eurofanes sin entrada al Altice Arena podían seguir todas las galas del certamen.

Los españoles aprovecharon la proximidad respecto a Lisboa para irse de vacaciones a casa del vecino. Se podría afirmar, sin exagerar, que de cada diez banderas que ondeaban ayer en la plaza del Comercio, siete eran españolas. Reinaba un ambiente muy sano. Lisboa fue ayer una auténtica fiesta.