El cineasta Jonathan Demme abandonó ayer el plató de la vida a los 73 años en Nueva York por complicaciones derivadas de un cáncer de esófago. El director, que puso su carrera a todo volumen en 1991 con "El silencio de los corderos", película que ganó cinco Óscars, entre ellos el de mejor realización, recibió tratamiento contra la enfermedad en 2010 pero sufrió una recaída en 2015 y en las últimas semanas su estado empeoró hasta que su débil corazón dejó de rodar.

Nacido el 22 de febrero de 1944 en Baldwin (Nueva York), Demme fue un cineasta imprevisible que se movió por géneros, presupuestos y formatos con desigual fortuna pero siempre con un admirable sentido de la profesionalidad no exenta, en sus mejores trabajos, de intensa creatividad. Curiosamente, tras dos de sus títulos más exitosos (el "thriller "El silencio de los corderos", que hizo del asesino en serie Hannibal Lecter un icono popular, y el drama sobre el sida "Philadelphia", en 1993) , la carrera de Demme solo volvió a brillar en sus espléndidos documentales sobre el cantante Neil Young, pues "El mensajero del miedo" (2004), "La boda de Rachel" (2008) o "Ricki" (2015) estaban lejos de sus mejores logros.

Demme arrancó su carrera en 1974 apadrinado por Roger Corman, el rey de la serie B, quien le permitió debutar bajo mínimos con "La cárcel caliente". En 1979 rodó un estimable homenaje a Hitchcock, "El eslabón del Niágara", que demostraba su capacidad camaleónica para adaptarse a cualquier registro. Tras la melancólica y notable comedia "Melvin y Howard") y el excepcional trabajo "Stop Making Sense" sobre los "Talking Heads", Demme rodó la deliciosa y picante comedia "Algo salvaje", con una irresistible Melanie Griffith, y otro título agradable pero inferior, "Casada con todos", protagonizada por Michelle Pfeiffer. Le esperaba, relamiéndose, Hannibal.