La periodista Samantha Villar nos tiene acostumbrados a pasar veintiún días en las entrañas de la noticia para luego relatarlo en primera persona en la televisión. Pero esta vez ha sido ella la protagonista de su historia. En el libro "Madre hay más que una", que se ha publicado esta semana, relata su experiencia con la maternidad a través de la donación de óvulos.

-Cada día escuchamos a más madres reconocer que sus hijos han sido concebidos por fecundación in vitro o reproducción asistida; sin embargo, poco se escucha sobre la donación de óvulos. ¿Hay menos casos o se silencian?

-No, no hay pocos casos y además van en aumento, pero es una cosa tan íntima que muchas veces incluso las familias no lo saben y es algo que se queda en el ámbito de la pareja. Esto contribuye a crear un tabú, a que la mujer piense que su caso es el único y se cree un trauma, por este motivo yo lo cuento. Para mí sólo la idea de guardarnos el secreto era inviable, es algo que jamás nos planteamos.

-Llegará el día que se lo tendrá que contar a sus hijos, ¿cómo se lo plantea?

-Supongo que surgirá de una forma natural, por ejemplo mientras estamos haciendo una tortilla francesa, así me lo imagino. No creo que llegue el día en que tenga que decirles: "Venga que tenemos que hablar de algo importante", no, así no será.

-En su libro habla de esa parte durísima que trae consigo la maternidad y que parece que todo el mundo oculta. ¿Qué no nos cuentan sobre ser madres?

-Lo que no nos cuentan es el inmenso sacrificio que supone desde el principio, es algo de un nivel estratosférico, es una pérdida de calidad de vida en todos los niveles. Y cuando crees que vas a reventar, entonces, te sigues levantando. Yo con mis hijos en la crianza he llegado a tener dolor físico. La maternidad destruye tu vida, un hijo destruye tu vida y hay que reconstruirlo todo de nuevo con una tremenda madurez. Si un trabajo o una relación te exigieran el nivel de sacrificio que te exige un hijo jamás seguirías con ellos. Sería algo tóxico, y eso nadie nos lo dice, sólo se cuenta la parte bonita, pero lo justo es que se sepan las dos partes.

-De todos esos sacrificios, ¿cuál ha sido el más duro?

-Sin duda, el no poder dormir, y es que ¿por qué nadie me había dicho que es posible que me pase incluso dos o tres años sin poder dormir? Esto es algo muy habitual, ahora lo cuento y resulta que a todo el mundo le pasa, es muy común, y entonces me pregunto por qué nadie me había avisado antes€ porque es tremendo. Es algo que me afecta muchísimo, al carácter, al estado de ánimo, a nivel emocional, a mis relaciones personales... la falta de sueño es algo que altera todo lo que te rodea.

-¿Cuál es la clave para que este proceso de fertilización no pase factura a la pareja?

-Mantener la calma. Si eres feliz en tu vida sin hijos por qué te agobias con algo que no sabes si va a poder ser o no y que en realidad no depende de ti. Quedarte embarazada es una cuestión de azar, de pura biología, así que lo que debes hacer es concentrarte en otras cosas y no caer en pensamientos obsesivos, entonces es cuando hay peligro de que se resienta la pareja.

-¿La maternidad está sobrevalorada?

-Tampoco podemos decir que está sobrevalorada, pero lo que es cierto es que hay un relato único en el que sólo se cuenta que es la mejor experiencia de tu vida, y, bueno, puede ser la mejor y la peor. Porque resulta que si tú tienes una vida libre, sin conflictos y tienes hijos y de repente todo eso se ha perdido a todos los niveles, y no es que no puedas mandar un mensaje desde tu teléfono, es que no te puedes duchar en condiciones porque el niño va a reclamar tu atención todo el tiempo.

-Cuando le contó a su abuela que dudaba entre adoptar o la donación de óvulos ella le dijo que eligiese la segunda opción porque una vez en su útero se le olvidaría que era de otra mujer. ¿Se le ha olvidado?

-Olvidar no creo que se olvide nunca, pero lo he naturalizado. Durante un tiempo era un tema muy recurrente para mí, me generaba muchas dudas y no sabía cómo iban a vivir esto mis hijos, me preguntaba si querrían saber de dónde procedían sus genes y si podría darles una respuesta adecuada. Finalmente, me di cuenta de que si yo vivía con esa inquietud era yo la que estaba generando un fantasma. Como eso es algo que quiero evitar, porque no quiero vivir con angustias, decidí naturalizar la situación todo lo que he podido y ahora ya no me hago tantas preguntas.

-Biológicamente hablando, ¿quién es la madre de sus hijos?

-Biológicamente yo misma lo dudo, yo sé que soy su madre a todos los efectos legales.

-Le pregunto porque no sé si la ley española permite algún contacto con la donante en caso de necesidad, por ejemplo, de un trasplante, ya que en España no se permite conocer su identidad.

-La ley de reproducción asistida sólo recoge la posibilidad de contactar con el donante de óvulos en esos casos precisamente, si los hijos desarrollan alguna enfermedad y necesitan alguna donación por parte de los progenitores. Entonces entraríamos en contacto con ellos y les preguntaríamos si estarían dispuestos a hacerlo. Esperemos que sí, claro.

-¿Nos acordamos tarde de ser madres las españolas?

-La verdad, sí. Siempre me planteé que a los 35 me pondría tranquilamente a tener hijos y cuando el ginecólogo me dijo que mi reserva ovárica estaba cayendo en picado me quedé alucinada. Pero no es que yo sea infértil, es que es lo normal a esa edad, porque las reservas empiezan a caer precisamente a esta edad, no a los 40 años, que es lo que muchas piensan, o pensábamos, erróneamente. Lo que sí creo es que sería interesante que se mirasen las reservas ováricas en las revisiones rutinarias, porque es algo que se puede hacer y que puede evitar muchos problemas en el futuro.