Brunhilde Pomsel, secretaria del ministro nazi de Propaganda, Joseph Goebbels, recuerda a sus 105 años en un documental su vida y su trabajo al lado de uno de los principales jerarcas del régimen hitleriano, aunque, asegura, no tuvo constancia del horror hasta el final de la guerra.

"No supimos nada", afirma en la cinta titulada "Una vida alemana", producción austriaca presentada esta semana en el Festival de Cine de Múnich y basada en largas entrevistas con la anciana, que actualmente reside en la capital bávara.

En blanco y negro y con la cara surcada de innumerables arrugas, Pomsel rememora su trabajo en los años 20 en Berlín al lado de un abogado judío, que emigró en 1933, con la llegada de Adolf Hitler al poder. Un amigo que militaba en el partido nazi, reseñan los autores de la cinta, le consiguió un trabajo en la radio de Berlín y, para acceder al puesto, aunque era "apolítica", tuvo que afiliarse: "¿Por qué no? Todo el mundo lo hacía", apunta en el documental.

En 1942 consiguió el traslado al despacho de Goebbels y no oculta lo orgullosa que se sintió al haber logrado el puesto por ser la mecanógrafa más rápida de la radio.

Secretaria, taquígrafa y mecanógrafa del ministro de Propaganda, lo recuerda como una persona con encanto e increíblemente vanidoso, que cuidaba cada detalle de su apariencia.

Pomsel es considerada uno de los últimos testigos del régimen, pero sostiene no haber sido consciente de las atrocidades nazis. Ha llegado a sentirse un poco culpable, aunque afirma que no entiende por qué tras finalizar la Segunda Guerra Mundial fue recluida cinco años en una prisión soviética cuando "no había hecho nada".