(Quien avisa no es traidor, así que guarden sus dagas, damas y caballeros: lo que sigue rezuma spoilers. O sea: que destripo cual Caminante Blanco el argumento).

Con una expectación que supera a la generada por las anteriores temporadas (la maquinaria publicitaria crece y la curiosidad ata), la sexta temporada de Juego de tronos volvió a subvencionar ojeras y financiar intensos debates en redes y paredes digitales. A estas horas, quien no sabe qué ha pasado en el primer capítulo es porque no quiere. O porque le importa un bledo, que diría Luis Enrique. Sobre su calidad o intensidad fluyen ríos de sangre entre defensores y detractores, aunque ganen los primeros por goleada porque quedarse hasta las tantas de la madrugada para ver una serie que no te gusta no tiene mucho sentido. El balance, visto desde la tierra media, es positivo. No merece que se tiren cohetes por él pero respecto a otros arranques pasados el nivel se eleva. Más concreto, más intenso, más prometedor.

El tinglado empieza como terminó la quinta. Jon Nieve yace frío cómo la ídem rodeado por los compañeros más leales de la Guardia de la Noche en el suelo del Castillo Negro. A Jon, recordemos, lo cosieron a puñaladas al grito de traidor (y no precisamente por soltar spoilers). ¿Se dan pistas sobre una posible vuelta a la vida? La esperanza es lo último que se pierde y es más que probable que la serie, cuyos responsables no tienen un pelo de tontos, van a tensar esa cuerda todo lo que puedan. Se deja caer alguna pista para animar a los admiradores de Jon Nieve (buen personaje aunque el actor sea más bien flojo) pero podría ser falsa. Veremos.

Lo que no es falso (o sí, recordemos que el despelote de Cersei en público era un truco digital) es el desnudo final (y que no viene a cuento, la verdad) de la nada melindrosa Melisandre para pegarle un buen susto al espectador, en plan El retrato de Dorian Grey. ¡Lo que puede hacer un collar!

La mujer roja tiene pinta de ser un peso pesado en esta temporada, en la que, nuevamente, Khaleesi vuelve a aparecer con cuentagotas al otro lado del Mar Angosto. Pero vaya gotas, amigas y amigos: secuestrada por el clan Dothraki del fortachón Khal Moro, le planta cara y el ogro se convierte en su paladín al saber que es la viuda de Khal Drogo. ¡Que nadie le toque un solo pelo blanco! ¿Ganará terreno el personaje en esta temporada? A este paso se jubilará antes de llegar a olisquear siquiera la otra orilla. Aguanta, mujer: Jorah Mormont y Daario Naharis siguen tu rastro para rescatarte. Y uno de ellos te ama.

Lo de Sansa Stark promete, sobre todo tras aceptar el juramento de la acorazada Brienne de Tarth, que la salva (junto al desdichado Theon Greyjoy, que ya no es tan Hediondo pero sigue castrado) como ella sabe de los sabuesos y esbirros del bestia de Ramsay Bolton. Un momento. ¿No hay violencia en Juego de tronos y el único desnudo es cualquier cosa menos erótico? Haberla, hayla. La peor parte se la lleva elpríncipe Doran Martell y (mejor apartar la vista) Trystane. Nadie los echará de menos salvo los lectores de las novelas, que notarán aquí las manos de los guionistas armadas con hachas para cortar. Tampoco a las pelmazas Serpientes de Arena que se los cargan, pero todo parece indicar que habrá que aguantarlas toda la temporada. En fin.