Kiko Rivera le ha cogido el puntito a Periscope. Así tiene su minireality casero, con lo de telerealidad que es él. Le viene de (media) familia. Gracias a la red hemos podido entrar todos juntos en la la cueva sagrada. El hijo de Isabel Pantoja, que para eso lo es, nos ha mostrado Cantora. ¡Qué experiencia, por dios! Ha sido, qué sé yo, como penetrar en los laboratorios del CSI, husmear en los archivos del Vaticano, sentarse en un chester del White's Gentlemen's Club de Londres, asistir a una conferencia Bilderberg, entrar en la casa de Guadalix. Pero ahora gracias al hijísimo la Jnca ya no tiene (casi) secretos para nosotros. Hemos visto baños, dormitorios llenos de camas que parecen de colegio mayor, abanicos enormes colgando en las paredes, plasmas y videoconsolas y amigotes durmiendo hasta mediodía tras una mala noche. Luego están los títulos: Desecho de tío, un poco cabroncete... Así, como de arte y ensayo. Pero ni rastro de las batas de cola de Maribel. N i un mal escorzo de tito Agustín en pantuflas. Ni una pista de las cosas que reclama Dulce. Está claro que no hemos llegado. Al ala oeste.