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Las muchas vidas de Lee Miller

Una muestra en Londres y la última novela de William Boyd rescatan la figura de la irreverente modelo y fotógrafa neoyorquina

Las muchas vidas de Lee Miller

Un coche estuvo a punto de atropellarla mortalmente en Nueva York, pero no lo hizo. Y para más suerte, el accidente le puso en bandeja la oportunidad de su vida. La salvó un caballero, Condé Montrose Nast, quien de paso se fijó en la gran belleza de una jovencita que había nacido a unos cuantos kilómetros de la Gran Manzana, en el pueblo de Poughkeepsie, en 1907. Eran los locos años 20 y aquel hombre, el famoso editor que empezaba a disfrutar del éxito con la revista "Vogue" en pleno despegue, decidió que Elizabeth Miller sería una de sus chicas de posados. Así empezó la intensa carrera de la conocida desde entonces como Lee Miller, para quien la profesión de modelo sería sólo una catapulta a lo que realmente ella quería ser: fotógrafa.

La neoyorquina está ahora de plena actualidad. Mientras en Londres es protagonista indiscutible de la exposición "A woman's war" que el Imperial War Museum tiene abierta hasta el próximo 24 de abril y en la que se exhiben cientos de fotografías y documentos que su hijo halló hace unos cuantos años en el desván de la casa familiar de Sussex, el escritor William Boyd ha rescatado su vibrante trayectoria en su última novela, "Suave caricia. Las muchas vidas de Amory Clay".

Boyd sostiene que son varias las mujeres fotógrafas del siglo XX en las que se ha inspirado para crear a su protagonista (Annemarie Schwarzenbach, Marianne Breslauer, Marta Gellhorn, Gerda Taro, entre la más conocidas), pero en la intensa y apasionante vida de Amory Clay se encuentran bastantes episodios que corresponden a las muchas vidas de Lee Miller, de la que si hay que mencionar una imagen icónica ésta es la de la reportera dándose un baño en la bañera del mismísimo Adolf Hitler en su casa de Munich, justo el día que éste se suicidaba en Berlín.

A Clay le inocula el virus de la fotografía su tío al regalarle la primera cámara. En el caso de Miller fue su padre, para el que posó incluso de modelo. Nacida en Inglaterra la primera, viaja al Nueva York de los años 30 en busca de una oportunidad para desarrollar su carrera, donde encuentra en el editor Cleve Finzi (el Condé Nast de Miller) su mejor apoyo; el viaje inverso hizo la segunda, al dejar atrás una exitosa carrera como modelo en EE UU para instalarse en el Viejo Continente y aprender fotografía con el mismísimo Man Ray en París.

La guerra marca a las dos mujeres, que no dudan en empotrarse con los soldados para llegar al frente y retratar el horror de la Segunda Guerra Mundial. Miller fue corresponsal de "Vogue", revista para la que reportó el Blitz o el avance de los aliados por Europa hasta cercar a los nazis. Para la historia han quedado sus fotografías de mujeres durante la guerra, la entrada de las tropas aliadas en París (donde entabló amistad con Picasso, Éluard o Cocteau) y la caída de Alemania. La labor de la fotógrafa tiene un lugar destacado en el Museo del Desembarco en Bayeux (Normandía, Francia), donde no falta la referencia a su famosa foto en la bañera de Hitler, a la que llegó después de haber contemplado el horror de los campos de concentración de Buchenwald y Dachau junto a David E. Scherman, reportero de "Life" y uno de los, dicen, muchos amantes de la fotógrafa.

Quizás su intensa vida amorosa sea una de las principales diferencias con la heroína de Bloyd, pues Amory Clay solo cuenta en su haber con cinco amantes, de los que uno se convirtió en su esposo. Dos fueron los maridos de Lee Miller: el millonario egipcio Aziz Eloui Bey, de quien se divorció unos cuantos años después de vuelta a París tras haberse codeado en Egipto con lo más granado de la alta sociedad, y el artista británico Roland Penrose, quien la convirtió en Lady Penrose en 1947 y con el que tuvo un hijo.

Cansada quizás de tanto horror y afectada por el llamado estrés postraumático que le dejó la guerra, la fotógrafa se retiró en Sussex, donde murió en 1977 por un cáncer. William Boyd elige para su heroína una isla del oeste de Escocia en la que desconectar y repasar su intensa vida.

Una y otra, Miller y Clay, no se pierden ninguno de los grandes acontecimientos del siglo XX, incluso han sido protagonistas de ellos. Ser mujer nunca las condicionó, ni para bien ni para mal. A la hora de embarcarse en cada aventura la cuestión del género, pensar si su condición femenina suponía algunos límites, no les hizo perder ni tan solo un minuto.

Aunque quizás como ha explicado Hilary Roberts, comisaria de la exposición londinense "A woman's war", a Lee Miller sí que le pesó su feminidad en el sentido de que hoy en día es más conocido su trabajo de modelo y el dedicado a retratar a las mujeres en guerra que su reporterismo en el frente. Y es que ante la bonita y sensual foto en la bañera de Hitler, con toda su carga simbólica, poco han tenido que hacer las descarnadas imágenes que tomó de soldados muriendo en plena contienda.

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