De la primera fila en el desfile de Chanel a una choza en Ghana
Lisa Lovatt-Smith, una de las editoras de moda más importantes del mundo, dejó el lujo y se instaló en África tras realizar un viaje que cambió su vida
noelia hermida
Cada día cientos de personas piensan en dedicarse al mundo de la moda. Escuchar la historia de Lisa Lovatt-Smith puede hacer que a más de una se le pongan los pelos de punta. En 1984, a los 16 años, esta catalana hija de dos ingleses emigrados a Italia y finalmente a España, consiguió una beca en "Vogue Londres" tras escribir un artículo autobiográfico. A los pocos años, ya era la redactora jefe de la edición española. Pero un intento de ayudar a su hija adolescente a recuperar las riendas de su vida las llevó a las dos hasta África. Ese viaje las cambió. Lisa dejó todo atrás, se instaló en Ghana y fundó la ONG Africa. "Ya hemos cerrado 88 orfanatos en el país y que más de 4.000 niños hayan recuperado la vida con sus familias", cuenta.
Su historia parece una película, de hecho ya se está preparando en Hollywood. Pero ella quería ser la autora del guion y por eso se animó a escribir "Mañana quién sabe" (Turner, 2015), un libro en el que demuestra que cualquier cambio es posible. "Me pareció un buen punto de partida para abordar el tema de los orfanatos. El 90 por ciento de los niños que se encuentran en ellos tienen padres, pero la sociedad se ha creado un falso problema con ellos. En vez de ayudar a sus familias para que se puedan hacer cargo de ellos, las obligan a desprenderse de ellos si quieren darle una vida medio digna. Es un drama", afirma.
Lisa vive en un pueblo de Ghana con cuatro de sus cinco hijos adoptados o acogidos. Pero la primera acogida de su historia fue ella misma. Cuando era una niña, su padre, artista de profesión, se marchó de casa. Su madre tuvo que hacerse cargo de ella en una Cataluña en la que Franco todavía daba guerra y sin más apoyos que un puñado de amigos. "Las dificultades económicas fueron creciendo y tuvo que darme en acogida a una familia inglesa, que se convirtió en el salvavidas de las dos", relaa. Luego llegaría una beca en un colegio bilingüe y una revista que se cruzó en su camino, cuando tenía 16 años. "Había un concurso de relatos autobiográficos y me animé a enviar uno". Unos meses después, estaba trabajando en la sede de Londres. "A pesar de mis dificultades, nunca me puse límites. Creo que esa fue la clave. Empecé en un departamento de corrección y sufría dislexia. Me crucé con Patrick, el encargado de arte de la revista, y me convirtió en su asistente. Cuando él se fue, me nombraron su sustituta. Todo fue como poco a poco", dice. Ese ascenso vino promocionado, ni más ni menos, que por Anna Wintour, actual editora jefe de "Vogue Estados Unidos" y uno de los pesos pesados de la moda internacional. ¿Es la dama de hierro que parece? "Al revés, es por su timidez. Es una persona muy eficaz. Quiere que trabajes a tu mejor ritmo siempre porque ella así lo hace", explica. Era amiga de Mario Testino y de los artistas más importantes de la época. Una oferta para escribir libros la lleva a Italia, pero vuelve a "Vogue", esta vez para lanzar la revista en Madrid. Ahí se convierte en la editora de moda más joven de la historia de la cabecera. "Vivía entre lujos, conociendo a las personalidades más importantes y asistiendo a las fiestas más exclusivas. Fue mi escuela y mi universidad", afirma. Se enamoró y se fue a París. Intimó con Karl Lagerfeld, cenó con Mick Jagger e hizo las primeras portadas de Laetitia Casta. Pero un día, cuando iba a coger un taxi, una niña de cuatro años con aspecto desaliñado y mirada perdida se cruzó en su camino. Ya no se pudo olvidar de ella. "Sabrina vivía con unos familiares, que estaban a punto de ser desahuciados. Al final la acabé adoptando", dice. Su primera hija entró en su mundo exclusivo y le permitió seguir con su profesión, pero cuando se hizo adolescente las cosas se complicaron. "La psicóloga me dijo que le vendría bien hacer una especie de voluntariado para fomentar su empatía y nos fuimos juntas a África", relata.
Cuando aterrizó en Ghana, con su bolso Chanel, ni se imaginaba que nada iba a volver a ser igual. Pero a los pocos meses, se había mudado y empezó su actividad como cooperante. "Leí un texto sobre los orfanatos, que eran malos y peligrosos y decidí ayudar al gobierno a acabar con ello. Empecé trabajando con mis ahorros y con un grupo pequeño de niños. Ahora trabajo con un grupo de gente local y haciendo muchos esfuerzos", afirma. Sus mayores preocupaciones han pasado a ser estos niños y conseguir agua corriente. Ha sufrido amenazas, pero le da igual: "Mi llegada le fastidió el negocio a muchos y me avisaron". No se arrepiente de nada. "Siento que es cerrar el círculo. A mi me dieron una oportunidad al acogerme y yo se la estoy devolviendo a miles de niños", asegura.
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