Es tiempo de reciclaje. Se impone aprovechar todo tipo de muebles y piezas que encajen en la casa para renovar ambientes con un gasto mínimo. Sobre esa filosofía, forzada por la delicada situación económica y la vuelta a la anciana cultura del aprovechamiento, pilota la fiebre del nuevo estilo rústico-urbano que consiste básicamente en trasladar al piso de la ciudad los elementos que tradicionalmente han estado reservados a las segundas viviendas en el campo.

La clave es mezclar sin miedo. Esos armarios de madera oscura o de castaño, que decoraban el comedor de los bisabuelos hace cien años, se colocan hoy sin complejos al lado de sillas de metacrilato o acero inoxidable y cuero.

Aquellos aparadores que adornaban los comedores en las décadas de los 30, los 40 y los 50 pueden convertirse ahora en perfectas bibliotecas para el dormitorio. Los muebles que sirvieron para guardar la vajilla, la cubertería y los manteles cobran ahora nueva vida. Otra posibilidad es pintarlos o barnizarlos, a fin de darles un nuevo aire.

Las alacenas, los cabeceros de forja, los bancos, los espejos barrocos y las lámparas son otras de las piezas que más se demandan en los hogares. Los expertos advierten de la necesidad de lograr el equilibrio perfecto entre muebles viejos y nuevos.

Además, se impone lo simple, con el protagonismo del blanco y de toda la gama de los grises, aptos para mezclar con maderas de todas las tonalidades. Imaginación y buen gusto son los ingredientes necesarios para un resultado favorable en cada ambiente. Lo moderno y lo antiguo se encuentran más cerca que nunca en la decoración de interiores. La única regla es que no hay reglas, todo es posible siempre y cuando se haga con altas dosis de estilo. Es el momento de retomar el mobiliario de la abuela.

Estilo rústico-chic

Lo que se da en llamar estilo rústico-chic resulta perfecto para aquellos a los que les encanta la naturaleza pero no quieren renunciar a las comodidades del estilo urbano. Cuidan los detalles con delicadeza, buscan un estilo personal dentro de las costumbres tradicionales. La base principal son los materiales y colores naturales de líneas rectas y depuradas. Para este tipo de decoración se imponen las piezas de madera natural de teca, olmo o fresno con tratamientos a la cera. El mimbre, el ratán y la piedra son algunos de los materiales que pueden mezclarse con mármol, alfombras de lana y, por qué no, acero inoxidable. Una de las claves para acertar es no recargar los ambientes bajo ningún concepto.