La agricultura se vuelve cada vez más vulnerable a los efectos del cambio climático, una lacra que lleva aparejados fenómenos climáticos extremos, aumento de las temperaturas, precipitaciones torrenciales, graves sequías y pérdida de biodiversidad autóctona que hacen más difícil mantener una producción estable que garantice la rentabilidad de los cultivos. Los científicos han medido por primera vez la bajada en la productividad agrícola mundial derivada de la crisis climática.

La productividad agrícola no es ajena a esos desequilibrios medioambientales; de hecho, se ha ralentizado un 21% a nivel global desde 1961, según ha revelado un estudio de la Universidad de Maryland junto a las universidades de Cornell y Stanford (EEUU), que, por primera vez, ha cuantificado los efectos del cambio climático antropogénico (provocado por el hombre) en este sector productivo.

Esta investigación, publicada en Nature Climate Change, concluye que esos resultados extraídos a nivel mundial equivalen a perder la totalidad de los últimos siete años de crecimiento de la productividad agrícola.

Variación por continentes

Tanto es así que esta involución de la agricultura a causa del cambio climático no solo es una realidad generalizada en el planeta, sino que se acrecienta, según los investigadores, en las regiones más cálidas como África, América Latina y el Caribe, con una reducción de la productividad de entre el 26% y el 34%. Por el contrario, esa caída es menos acusada en otras áreas del planeta como es el caso de Estados Unidos, con una ralentización de entre el 5% y el 15%.

«Nuestro estudio sugiere que el clima y los factores relacionados con el clima ya han tenido un gran impacto en la productividad agrícola», dice Robert Chambers, profesor de Economía Agrícola y de Recursos Económicos (AREC) en la Universidad de Maryland y reconocido investigador en productividad agrícola.

Este equipo de investigadores ha creado un modelo econométrico sobre los efectos del clima en la productividad de la agricultura, llevando el análisis a dos escenarios hipotéticos, uno con la presencia de los desequilibrios climáticos y otro en ausencia de ellos. “Usamos este modelo para estimar cómo quedarían los patrones de productividad total en ausencia del cambio climático”.

La inclusión de los fenómenos climáticos en la medición de la productividad de la agricultura mundial es lo que ha convertido a este trabajo en una investigación pionera, ya que ese factor de productividad se calcula siempre mediante la comparación de los inputs y los outputs de una industria, es decir, mediante lo que necesita para funcionar y lo que produce.

Sin embargo, en el ámbito agrícola, los eventos aleatorios, como el clima, pueden alterar esa entrada y salida de productos, trastocando el resultado.

«Cuando un agricultor toma una decisión económica como qué plantar en junio, no sabremos necesariamente el resultado de esa decisión hasta seis meses después», explica Robert Chambers.

«Históricamente, la medición de la productividad agrícola no ha incorporado datos meteorológicos, pero queremos ver las tendencias de estos inputs que están fuera del control del agricultor”.

Gracias al trabajo de Chambers y Ariel Ortiz-Bobea, autor principal de este trabajo de la Universidad de Cornell y exalumno del Departamento de Agricultura y Recursos Económicos de  la Universidad de Maryland, los datos meteorológicos pudieron incluirse en un modelo estadístico, teniendo en cuenta los efectos del cambio climático para medir la productividad.

«No es un problema lejano»

«Algunas personas piensan en el cambio climático como un problema lejano, algo que debería preocupar principalmente a las generaciones futuras. Pero esto pasa por alto el hecho de que los humanos ya han cambiado el clima», dice Ortiz-Bobea.

«En general, nuestro estudio encuentra que el cambio climático antropogénico ya está teniendo un impacto desproporcionado en los países más pobres que dependen principalmente de la agricultura. Parece que el progreso tecnológico aún no se ha traducido en una mayor resiliencia climática”.

“No es lo que podemos hacer, sino hacia dónde nos dirigimos”, agrega Chambers. “Esto nos da una idea de las tendencias para ver qué hacer en el futuro con nuevos cambios en el clima, más allá de lo que ya hemos visto. Está previsto que tengamos que alimentar casi 10.000 millones de personas en 2050, así que asegurar nuestra productividad debe ser una preocupación seria”.

Artículo de referencia: DOI: 10.1038/s41558-021-01000-1

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