El confinamiento y los toques de queda por la pandemia han dejado casi desiertas las calles de muchas ciudades y pueblos de España. Muchos animales salvajes, como los jabalíes y los zorros, pierden el miedo y se acercan a los cascos urbanos en busca un comida que empieza a faltar en el campo por el abandono agrícola. Es una tendencia que ya se observaba antes, pero que se está incrementando desde hace un año.

Pero no solo en la ciudades; en la provincia de Alicante se han llegado a ver jabalíes en la playa, como sucedió recientemente, por ejemplo, en Dénia. Una familia se vio sorprendida, durante un paseo al amanecer, cuando un jabalí nadaba frente a ellos a pocos metros de la orilla. Los jabalíes aumentan las poblaciones a un ritmo imparable y se calcula que puede haber ya un millón de ellos en España.

Para José Luis Viejo, catedrático de Zoología de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la junta directiva de la Real Sociedad Española de Historia Natural, «la disminución de la actividad y presencia humanas permite que algunas especies de vertebrados, en especial mamíferos oportunistas, amplíen sus áreas de campeo. Los jabalíes son un caso típico. Abundan en el medio rural y en los alrededores de las ciudades por el abandono de la agricultura y de los campos, por tanto su hábitat ya estaba parcialmente compartido con los humanos», explica el catedrático.

Los jabalíes no van a ser la única especie adaptada a los entornos periurbanos que, aprovechando la ocasión, se paseará por las ciudades para buscar comida. «Los zorros también están listos para aproximarse a los centros urbanos», asegura el naturalista José Luis Viejo.

Son habituales en Vigo, donde en 2019 se avistaron en diversos puntos de la ciudad, o en la Casa de Campo de Madrid».

El veloz incremento de la población de jabalíes está aumentando la preocupación de las autoridades, que temen que su rápido crecimiento poblacional termine por llevarlos a buscar alimentos a zonas pobladas.

El lobo, único depredador

De hecho, ya se están acercando a núcleos urbanos de muchas ciudades. La falta de un depredador natural, como puede ser el lobo, y su alta tasa reproductiva (capaz de criar dos veces al año con hembras que son fértiles a los 12 meses de vida) han provocado que su población haya crecido de manera alarmante en la localidad, principalmente en los dos últimos años. El confinamiento del pasado año, al no haber tenido un control cinegético, ha sido también clave para este aumento de la natalidad.

Son cuantiosos y costosos los daños que esta especie está provocando, por ejuemplo, en la agricultura y la fauna autóctona en Orihuela (Alicante), además del incremento de accidentes de tráfico en los que están implicados estos animales en las carreteras oriolanas, como atestiguan los informes de la Guardia Civil y la Policía Local.

La problemática es de tal calado que la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Generalitat valenciana ha autorizado batidas y trampeos con cajas trampa en las zonas con mayor número de ejemplares, que se focalizan en la Sierra de Orihuela, Sierra Escalona y en las inmediaciones del embalse de La Pedrera. La autorización es para todo el año, sin veda, dada la gravedad de la situación, que los expertos ya califican de plaga, y su efecto devastador para la agricultura.

El control de la población de jabalíes provoca también polémica. Para Pablo Perales, presidente de la asociación Faunatura, el control poblacional con su caza debe ser el último recurso y apuesta por la creación de pasos de fauna en las zonas donde más transitan y advertir de su presencia en las carreteras para evitar atropellos.

«Si sumamos que el hábitat es muy adecuado para la especie, los recursos agrícolas a su disposición, almendras o cítricos en los suelos, todo ello deriva en un crecimiento descontrolado al no tener ningún depredador», explica. Los jabalíes se comen los huevos y las crías de las aves que nidifican en el suelo, como las perdices.

En Catalunya, a pesar de que los expertos afirman haber detectado una cierta estabilización en algunas poblaciones, lo cierto es que las cifras de partida siguen siendo muy elevadas. En zonas como el Alt Empordà o la Garrotxa se alcanzan densidades de entre 20 y 25 jabalíes por kilómetro cuadrado en los últimos años, según un estudio del Departamento de Agricultura y Ganadería de la Generalitat. Se trata de zonas donde este animal encuentra condiciones óptimas para su desarrollo.

Se calcula que en Catalunya pueden vivir actualmente cerca de 200.000 jabalíes y su presencia en determinados cascos urbanos se ha convertido ya en algo frecuente.

Hace ahora un año, en abril de 2020, cinco alcaldes de la comarca de Baix Llobregat enviaron un escrito al gobierno en el que pedían que regresaran “de manera inmediata” las acciones de vigilancia de este animal, como la caza y los controles nocturnos, por parte de los particulares. Estas acciones se suspendieron durante el confinamiento por la pandemia.

Estos municipios tienen una gran producción de cereza y los jabalíes causan estragos en estos cultivos, que ocupan a un gran número de personas.

En una carta, el Ministerio de Agricultura recordó que las comunidades autónomas son las responsables de decidir cuál es la forma más adecuada para proceder al control de esta especie.

El jabalí ha aumentado también mucho sus poblaciones en Asturias. Así lo creen los cazadores, que constatan un incremento de las capturas de esta especie en el último año, un hecho que asocian al abandono del mundo rural.

En 2020 se capturaron unos 300 jabalíes más que el año anterior, según los datos aportados por los cotos de la región. Un aumento que fue significativo en Valdés y en Villayón. Para la Federación de Caza de Asturias, esta tendencia se debe al abandono del medio rural. Más alimento, más crías.

Debido al covid, este año no se ha podido viajar entre comunidades para la caza recreativa, lo que ha impedido el rececho en el corzo y el venado. Especies que, frente al jabalí, están en retroceso.

En Asturias, la caza está considerada actividad esencial por la función de control de la fauna silvestre.

El aumento de la población de la especie en toda la Península Ibérica es causa también de accidentes de circulación. En autonomías como Navarra se registraron nada menos que 479 accidentes de tráfico durante el año 2018 en el que se vieron implicados estos animales. En dicho comunidad autónoma vivían ese año 35.000 ejemplares.