La Meseta de Loes es una gran extensión rodeada por el río Amarillo y que es el corazón cultural e histórico de China. Pero donde hace siglos había grandes cultivos y riqueza, el uso excesivo de la tierra causó la destrucción del ecosistema hasta convertirse en prácticamente un desierto.

Bajo esta situación, el riesgo de inundaciones pasó a ser un peligro constante. Y la erosión del suelo limitaba el mayor crecimiento de cultivos. La Meseta de Loes se convirtió en una de las zonas más pobres de China.

Pero la realidad está cambiando.

Es sabido que los humanos cambiamos profundamente los ecosistemas. Lo que aún parece no quedar tan claro es que quienes habitan cerca de ambientes degradados ven peligrar su modo de vida. Los peces ya no abundan como antes. Las cosechas son cada vez más escasas. Los animales no tienen alimento que comer. Y cuando el medio ambiente colapsa, los humanos nos quedamos desprotegidos.

Sin embargo, hay historias de éxitos en las que el ser humano ha sido capaz de devolver la vida al entorno. Historias que basándose en la ciencia lograron darle la vuelta a un ecosistema roto en beneficio de todas y cada una de sus partes. Y tal vez la mayor historia de tal éxito sea la Meseta de Loes.

Meseta de Loes, el mayor proyecto del mundo

El documental Regreening the desert, grabado por el investigador y educador John D. Liu, mostró al mundo lo que hasta el momento es el mayor proyecto de regeneración ambiental del mundo.

En los años 90 el gobierno de China quiso poner remedio a la grave situación de muchas zonas rurales del país. Comenzaron una serie de programas que pretendían sustituir grandes cantidades de tierras de cultivo por bosques y matorrales, empleando en las labores a los propios habitantes del lugar.

En total, se pretendían cubrir de vegetación 76 millones de hectáreas en toda China. El objetivo principal era conseguir seguridad alimentaria y evitar inundaciones.

La meseta de Loes fue el escenario principal de estos proyectos:

Se construyeron terrazas en las laderas para que el agua filtrara mejor y evitar así corrimientos de tierras.

Se plantaron especies adaptadas al clima local.

– Pusieron en marcha un control en el pastoreo de cabras durante los primeros años, ya que se comían la poca vegetación que podía crecer de forma natural.

– Se construyeron pequeñas presas para evitar inundaciones y almacenar agua.

De esta forma aumentarían el terreno cubierto por árboles, arbustos y hierbas, evitando que el agua se lleve la capa más superficial del suelo.

Como es normal, hubo muchos críticos a este sistema. La gente veía peligrar su modo de vida. Eran reticentes a entregar su tierra para plantar árboles que no producían beneficios directos.

Pero los resultados están siendo asombrosos. En poco más de 10 años una superficie total del tamaño de los Países Bajos ha sido restaurada.

Según datos del Banco Mundial, hasta 2,5 millones de personas salieron de la pobreza solo en la primera década. La tasa de empleo pasó del 70 al 87%. Se consiguió seguridad alimentaria en una zona frecuentemente azotada por sequías. Y estos beneficios se han logrado ¡mientras el ecosistema se revitalizaba!

Pero no son todo luces:

– Algunos datos ofrecidos por agencias oficiales no son realistas, como que los árboles plantados tuvieron una supervivencia entre el 90 y el 100%.

– Las formas de llevarlo a la práctica tampoco fueron las más adecuadas, y mucha gente fue obligada a cambiar el uso de su tierra.

– Otros detractores también señalan que se utilizó muy poca diversidad de vegetales.

Pero aun así, el beneficio neto es muy positivo para los ecosistemas, y también para las personas que habitan en ellos.

Además, numerosas investigaciones científicas se han beneficiado de los resultados. Gracias a ellos se han podido estudiar, por ejemplo, las mejores especies para restaurar determinados ambientes.

Los ecosistemas nos aportan servicios, muchos de los cuales son vitales para la salud humana. En suelos bien cuidados se producen más alimentos. Los cultivos rodeados de ecosistemas sanos tienen una mayor producción porque hay mayor polinización. La vegetación también es crucial para mantener buenos niveles de agua, colaborando también en su purificación. Y los bosques protegen frente a inundaciones y fuertes vientos, además de ser hogar de una gran diversidad de especies.

Son solo algunos de los beneficios que nos aportan los ecosistemas bien cuidados a nuestra vida. Y aunque muchos piensen que hay que elegir entre vida salvaje o cultivos, el dilema no tiene por qué existir.

Aplicando soluciones basadas en la ciencia es posible lograr que un ecosistema roto, un campo desértico, vuelva a dar de comer.

Si quieres ampliar la información puedes ver el informe China’s Grain for Green Program. A Review of the Largest Ecological Restoration and Rural Development Program in the World.

Estudios realizados sobre el éxito del proyecto en la Meseta de Loes